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viernes, 25 de enero de 2013

Tengo miedo

Ayer estuvimos en la ecografía de las 20 semanas. Yo andaba bastante mentalizada de la panorámica general de nuestra situación, pero en la visita de la semana pasada a la ginecóloga le entró la vena poética y comenzó a decirme que 2+2 no son necesariamente igual a 4 en medicina. Todo esto a cuento de que yo no me tomo ningún suplemento vitamínico ni de yodo ni de ácido fólico. Con el pronóstico que me han dado, lo que menos me preocupa es que la tiroides de mi hija no esté correctamente desarrollada.

No sé si fue esa aseveración, que desencajó mis esquemas, o que ninguna madre está preparada para escuchar como hasta tres ginecólogos comentan las "particularidades" anatómicas de las entrañas de tu bebé: "higroma gigante", "oligoamnios severo", "pulmón colapsado", "derrame pleural" o "riñón hidronefrótico" fueron algunas de las lindezas que desfilaban por sus labios. Todo eso, sin la más mínima consideración a los padres que allí escuchábamos lo que ellos decían, o por las lágrimas que se nos escapaban sin quererlo (que ya sabemos que en esta sociedad con los médicos hay que ser muy discretito).

Salí de allí completamente descolocada. Tanto, que la mínima desviación de la normalidad en la comida familiar se terminó convirtiendo en una discusión que terminó conmigo marchándome a tomar un poco el aire. Después de mucho pensar y darle vueltas al asunto, llegué a la conclusión de que tengo miedo.

  • Tengo miedo de la madre en la que me estoy convirtiendo. Tengo muy claro la madre que quiero ser y la madre que soy y/o puedo llegar a ser, pero no dejo de darme cuenta de como estos días malos afectan y merman la paciencia con mis hijos e incluso con mi marido. Tengo miedo. Sé que no es justo para ellos y no me gusta.
  • Tengo miedo de no ser capaz de querer a mi hija. Quiero a Mi Pequeña Flor con locura y sé que ella necesita más mi amor que cualquier otro niño "normal". Pero ayer salí de la ecografía asustada, imaginando la "deformidad" de mi pequeña y poniendome en el caso de que cuando finalmente la vea fuera de mi vientre, en lugar del amor me embargue el espanto.
  • Tengo miedo de no ser capaz de parir a mi hija. Yo, que he dado a luz a dos lozanos hijos de 4,5 kilos cada uno en dos partos de esos que se pueden llamar "express", terminé ayer pensando si realmente voy a ser capaz de parir vaginalmente a esta bebita.
  • Tengo miedo de arrepentirme del camino que he tomado y que ya sea demasiado tarde. Es un miedo un poco raro, porque tengo muy claro por qué estoy aquí  y es básicamente por la imposibilidad de tomar el camino alternativo. Pero tengo miedo de cómo llega a afectar esto a mi familia y de si realmente no hubiera sido mejor interrumpir el embarazo, por muy doloroso que eso pudiera llegar a ser. 
  • Tengo miedo de cómo la muerte de su pequeña hermanita puede afectar a mis hijos. Ellos hablan de ella. El otro día comentaban lo contentos que estaban de que fuera una niña y hablaban entre ellos de cómo habría que presentarle a toda la familia. Darío incluso hizo un dibujo de ella. Ayer sabía que iba al médico a ver a la bebé y me preguntó si estaba mejor. Le contesté que no, y que todos los planes que hagan con su hermanita los tendrán que hacer mientras ella esté en la tripita de mamá.
  • Tengo miedo de que mi marido se canse de aguantar mi mal humor, mis arranques de furia, mi tristeza o mis errores con los peques y de que algún día se de cuenta de que están mejor sin mí. 
  •  Tengo miedo de convertirme en una madre tóxica. En una persona amargada y frustrada. En alguien que no quiero ser.
 En fin, ayer y hoy mi mantra no funciona. No estoy bien, pero, de momento, sigo adelante. A pesar de mis miedos, sé que tengo muy buenas razones por las que sobreponerme, luchar y seguir adelante. Sé que todos estos miedos son infundados, pero también sé que los miedos no son precisamente racionales.

viernes, 18 de enero de 2013

Bienvenidas y despedidas

No estoy triste. Tampoco estoy feliz. Estoy bien, intento llevarlo. Hay días en que me encuentro cara a cara con gente de mi vida 2.0 y les sorprende "verme tan bien". Siempre les respondo que si no me hubiera sentido capaz de llevar una vida mínimamente normal mientras dure este embarazo, no habría tomado esta decisión.

Tengo clarísimo que Mi Pequeña Flor se merece lo mejor de mí y esto no pasa por vivir el tiempo que tenga que vivir en mi útero inundada de hormonas de estrés y de tristeza. Por eso trato de llevar mi vida y a mi familia adelante, poco a poco, pensando en el día a día.

Un día, dándole vueltas, encontré una buena analogía para explicar porque "estoy bien". Para mí, este proceso, es como si a cualquier persona le dijeran que su madre va a morir en seis meses. Obviamente, pasas tus estados de duelo, de negación, de ira, pero en un momento dado, te das cuenta de que lo mejor es aprovechar ese tiempo que tienes y luego ya te enfrentarás de nuevo a la pérdida y al dolor.

Yo llevo haciendo duelo por mi bebita casi dos meses. Desde luego que estoy triste, desde luego que hay días que me echo a llorar solo de pensarlo. Hay días en que tengo ganas de rendirme y dejar de luchar. Pero trato de que sean los menos. Trato de centrarme en el día a día, en superar las pequeñas crisis familiares, en pasarlo bien con mis hijos, en disfrutar de mi embarazo y en acariciar mi tripa con cariño como cualquier otra embarazada.

Lo malo de todo esto, claro está, es que hay muchos hitos normales de cualquier embarazo que a mí no hacen más que recordarme que el mío (el nuestro) no va a terminar del modo "convencional". De ahí, el título del post: bienvenidas y despedidas.

Hace unas semanas sentí la primera patadita de mi hija. Fue casi un susto ¡¡¡Uy!!! ¿Qué ha sido eso? "Vaya, ni que fuera primeriza", pensé enseguida. Era una patadita (patadón) de mi hija. Y me sentí feliz, porque con esa patadita me demostraba que sigue desafiando sin problemas a los médicos petardos que le llevan augurando una "muerte intraútero" durante los últimos dos meses. Me sentí feliz por esa nueva forma de comunicación con mi hija.

Pero también me sentí triste porque sabía que mi hija tiene "las patadas contadas". También porque ahora, cuando no la siento en días, me atenaza el miedo o la angustia de pensar que se haya ido. Que ya no esté.

Por eso, ya me he empezado a mentalizar de que este embarazo estará lleno de bienvenidas y de despedidas. De ilusiones y tristezas. En un rato nos vamos a la revisión ginecológica, con la breve  ecografía de rigor para ver si Mi Pequeña Flor sigue viva. Será un momento de bienvenida a mi bebé, de intentar disfrutar de su imagen y de lo poco que podamos ver de ella como si fuera cualquier control ecográfico en un embarazo normal. También será un momento de despedida, de decir hasta luego con la incertidumbre de si se volverá a repetir o no.

Estoy bien. Más que una constatación de la evidencia, es un mantra. Estoy bien, lo hago por mi hija. Se lo debo. Lo hago por mí, lo hago por mi familia. Estoy bien. Sigo adelante.

miércoles, 16 de enero de 2013

Decisiones difíciles

Como supongo que dedujisteis si leisteis el post titulado "Te doy mi cuerpo", he decidido no interrumpir mi embarazo. Es mi decisión, única e intrasferible, y creo que la principal razón para tomarla quedaba muy clara. Pero me gustaría explicar un poco más al respecto.

He decidido no interrumpir mi embarazo porque, a pesar de que los días y/o horas de vida de mi pequeña estén ya contados, no encuentro las fuerzas para ser yo la que ponga fin a esos días, horas o minutos.

Al principio, pensaba que no iba a tener fuerzas para afrontar un embarazo con un pronóstico tan triste y cierto a la vez. Pero, poco a poco, me he dado cuenta de que para lo que no tengo fuerzas es para "afrontar" una decisión que, en realidad, no quiero tomar. Por eso, cuando finalmente fuimos de nuevo al médico, pude verbalizar mi deseo con voz clara, firme y segura.

Mi marido tenía dudas, que ya habíamos discutido. Pero acordamos que aprovecharíamos la visita médica para solucionarla. Y el ginecólogo le ha explicado exactamente lo mismo que le dije yo, que no había más riesgos para mí por continuar este embarazo que los que van asociados a cualquier embarazo. El hecho de que haya malformaciones no aumenta los riesgos.

Mi regalo
Yo ya había resuelto en mi anterior visita una de mis principales dudas. La del bienestar del bebé. En ese caso, la ginecóloga que nos atendió no pareció entender demasiado bien la pregunta, pero me dejó claro que mi bebé en el útero está bien, aunque en cuanto nazca morirá si no lo hace antes.

Por eso yo he decidido "regalarle" mi cuerpo a mi bebé. No hay riesgos para mí, más allá de los emocionales. Pero interrumpir voluntariamente este embarazo no acabará con mi dolor. Mi Pequeña Flor está bien en mi útero. Para mi eso es suficiente. Y, por supuesto, tengo claro que esta decisión me acompañará toda mi vida.

Todas las opciones
Pero también me gustaría expresar lo que ya decía al principio, que mi decisión es única. Que en estos posts he recibido algunos comentarios de personas claramente posicionadas en contra del aborto, felicitándome por mi decisión. Mi decisión es para mí y no necesita palmadas en la ni felicitaciones.

Y aún así, entiendo perfectamente y con el corazón en la mano, a las madres y familias que optan por la opción contraria. Yo misma, hace unos años, me enfrenté a una decisión similar de manera radicalmente opuesta. En mi primer embarazo el triple screening me dio riesgo alto de Síndrome de Down y, aunque el pliegue nucal estaba bien, decidí hacer una amniocentésis.

Obviamente, fue una decisión informada, teniendo en cuenta que era una prueba invasiba y el riesgo de aborto que conllevaba. Y me la hice teniendo muy claro que si el resultado era positivo, interrumpiría el embarazo.

Otro día una madre me contaba que interrumpió su primer embarazo, a las 19 semanas, por unas cardiopatías confirmadas e incompatibles con la vida. Y yo no podía sino darle la razón ¿Qué madre se enfrentaría a una primera gestación con la presencia de ánimo que te da un diagnóstico tan nefasto?

La maternidad es un camino, diferente para cada madre. Tomar una elección u otra no nos hace ni mejores ni peores personas, simplemente diferentes. Como nuestras maternidades, cada una diferente.

jueves, 20 de diciembre de 2012

Te doy mi cuerpo

Querida bebé:

Ya sabemos que eres una niña. La semana pasada nos dieron los resultados preliminares de la amniocentésis y nos dijeron que tenías síndrome de Turner, una anomalía genética que consiste en que solo tienes un cromosoma X y que parece ser el origen de las malformaciones que te afectan.

Tu hermano Darío se puso muy triste al saber que estabas enferma. Se lo expliqué lo mejor que pude y se me partió el alma al ver como se entristecía porque el tenía puesta mucha ilusión en "el bebé te va a nacer", como le gusta decir a él. Aún así, tuvo ánimos suficiente como para regalarte un nombre, un precioso nombre que nos guardaremos para nosotros. Tú seguirás siendo mi Pequeña Flor.

Entre el nefasto día de la amniocentesis y el día siguiente lloré mucho. Lo pasé muy mal, aunque supongo que tú también lo sentirías. No era la ilusión perdida, pues no hicieron más que confirmarnos lo que ya nos habían dicho antes, sino que era la presión de tener que decidir sobre ti. El viernes, cuando volvimos a la consulta, decidí que no quería decidir y que quería más tiempo. Y fue como si me hubiera quitado un gran peso de encima.

Me di cuenta de que no es que no quisiera romper contigo. Recuerda que ya te dije que te podías marchar cuando quisieras. Tampoco es que tuviera esperanzas de que pudiera cambiar el pronóstico médico. No sé lo que era, pero creo que ahora lo sé. Y es que el único regalo que te puedo hacer, mi Pequeña Flor, es el de mi cuerpo.

Te doy mi cuerpo, para que lo habites y disfrutes cuanto tiempo quieras.

Te doy mi cuerpo, para que te nutras y lo nutras.

Te doy mi cuerpo, para que lo ames y te sientas amada.

Te doy mi cuerpo, que es vida y en ti vive doblemente.

Te doy mi cuerpo, para que te consuele y le des consuelo.

Te doy mi cuerpo, para que, a través de él, sigas sintiendo que formas parte de esta familia y para esta familia siga sintiendo que formas parte de ella.

Te doy mi cuerpo, libremente y lleno de amor.

Te doy mi cuerpo.

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