No es solo un problema físico, el del dolor evidente que supone que un bebé muerda una parte tan sensible de tu anatomía, sino también la percepción social y mitos que lleva aparejada muchas veces este hito en la lactancia:
- Te muerde el pecho porque ya no lo quiere.
- Muerde porque quiere comida y no teta.
- Cuando tienen dientes ya no deberían tomar el pecho.
- Deberías de dejar de insistir en darle el pecho, ¿no ves que lo rechaza?
Desarrollo orofacial
Son parte normal del aprendizaje y del desarrollo de las habilidades motoras de la boca, que luego serán importantes para aprender a comer sólidos. Los bebés nacen sabiendo succionar (de hecho muchos lo hacen en el útero) y durante los dos o tres primeros meses esta es su forma principal de estimulación táctil. La boca sigue siendo su principal órgano táctil durante mucho tiempo y, por eso, cuando empiezan a mover las manos y a coger cosas, lo primero que hacen es llevárselas a la boca.
Normalmente, en un primer momento de esa etapa de exploración bucal, los bebés chupan y succionan el objeto en cuestión, pero, poco a poco, van incorporando otros movimientos con la boca, como la exploración con los labios o el movimiento de mordida (el antecedente más directo al movimiento de masticación).
Cuando van incorporando todos esto aprendizajes nuevos es casi inevitable que los apliquen a los momentos de lactancia... Y ahí es cuando las mamás vemos la estrellas, aunque nos muerdan con las encías.
La primera mordida
Y esos primeros mordiscos dan un poco la clave de si el problema irá a mayores o se quedará en un mordisco anecdótico. No en vano estos mordiscos se producen en torno a los cinco o seis meses, cuando los peques van desarrollando también su "inteligencia social" y están muy atentos a las reacciones que en los demás presentan sus propias acciones.
Uno de los mayores problemas en este caso es "reirle la gracia al bebé". Es decir, que la madre salte de dolor y que algún testigo se ría... O bien que las propias madres no sepamos transmitir bien nuestro dolor y disgusto al bebé y le mandemos mensajes equívocos... Sí, los bebés tienen cierta inteligencia social, pero se basa muchas veces más en la interpretación de los tonos de voz y de las expresiones faciales que en la escucha y entendimiento de las palabras que les estamos diciendo.
Desde mi propia experiencia en este caso la clave es reaccionar rápido, ante los primeros mordiscos, con:
- Un NO claro y contundente. No se trata de decir un "No cariño, eso no se hace" con una sonrisa en la cara ni tampoco de dar tal grito que asustemos al bebé y acabe rechazando el pecho. Un NO claro y firme es la clave.
- Una EXPRESIÓN FACIAL que acompañe a nuestro sentimiendo. Que vean claramente nuestra expresión de dolor y nuestro enfado si lo vuelven a repetir.
- Un MENSAJE VERBAL a la altura de las circunstancias, es decir, adaptado a la edad de cada bebé. Aunque la comunicación verbal no sea su punto fuerte, no supone que le tengamos que tratar como a una mascota. "No, cariño, si me muerdes la teta me duele. Si la vuelves a morder ya no te la daré más"
- Una CONSECUENCIA clara. Si el bebé vuelve a morder, le retiraremos del pecho. Nuestros hijos se merecen todo nuestro amor, paciencia y cariño, pero eso no supone que tengamos que sufrir dolor físico evitable en aras de la lactancia. Probablemente el bebé llore y proteste si le quitamos el pecho, y claro que le consolaremos, pero es importante que le hagamos saber que no aceptamos ese tipo de "exploración" ya que nos causa un gran dolor físico.
Soluciones no aceptables
Lo que en ningún caso recomiendo es lo que he leído por ahí de acompañar el NO con un cachete en el culo/pañal. En primer lugar, porque es muy triste enseñarles que nos duele lo que hacen provocándoles dolor a ellos y, en segundo lugar, porque considero que la violencia nunca es un recurso, ni pedagógico ni de ningún otro tipo.
Tampoco recomiendo otra práctica que he encontrado que es acercar mucho al bebé al pecho (¿con intención de dejarle sin aire?) para que abra la boca para respirar y así deje de morder. Me parece que es lo mismo que lo anterior, pero un poco más sibilino y camuflado. Creo que, como madres, debemos hacer gala de nuestra capacidad de comunicarnos, de nuestros recursos y, sobre todo, de nuestra habilidad para enseñar y transmitir desde el amor.
La raíz de problema
Como ya he dicho, los mordiscos son normales, una etapa más en el desarrollo y el aprendizaje de nuestros bebés. Pero también es cierto que, en algunos casos, este mordisco responde a otras necesidades o formas de comunicarse de nuestro bebé. Suelen ser casos en los que las tácticas normales no funcionan y el bebé insiste en la mordida. Debemos evaluar, por tanto, cuál es la causa del mordisco y trabajar para atajarla.
- Le ofrecemos demasiado el pecho y el bebé muerde para manifestar su rechazo. Esto suele producirse en bebés con cuatro o cinco meses, que están más interesados en aprender de su entorno que en pasar mucho tiempo al pecho.
- Muerde cuando ha terminado la toma. Habrá que tratar de adelantarse para evitar el mordisco y enseñarle a separarse de la teta sin necesidad de morder.
- Tiene molestias en las encías. Si pensamos que la causa del mordisco pueden ser dolores o incomodidad relacionada con la dentición, podemos ofrecerle mordedores o una zanahoria fresquita para que muerda en lugar del pezón.
- Reclama nuestra atención. A veces, las mamás estamos con frecuencia distraídas leyendo, viendo la tela, hablando por teléfono, chateando y el bebé muerde para reclamar la atención. En este caso, será importante dedicarle al pequeño la atención que reclama mientras se alimenta para evitar esos mordiscos ocasionales.
Más de un año
A veces, cuando los bebés rondan el año, suele producirse otro brote de mordiscos. Están en plena etapa de dentición y puede parecerles una buena idea experimentar con sus nuevos dientecitos en el pecho. En esta etapa es importante seguir los pasos anteriores, pero yo creo que también es muy importante EXPLICAR. Los bebés comprenden mucho mejor ya las palabras y todo lo que les decimos aunque ellos no sean capaces de articular sonidos o palabras. Hay que verbalizar como nos sentimos y lo que esperamos de ellos y, normalmente, cuando el mensaje está claro y es coherente los peques se muestran muy dispuestos a colaborar.
Se queda dormido al pecho
Un problema un poco más peliagudo es cuando los bebés se quedan dormidos en el pecho y tienden a cerrar la mandíbula, hasta hacer daño en el pezón. En este caso es imposible seguir los pasos anteriores, ya que el bebé no está ni consciente, ni dispuesto, ni receptivo a escuchar el mensaje...
En este caso, la inventiva o cualquier solución que se nos ocurra puede ser buena. En mi caso, uso la estrategia que se recomienda a las madres para sacar el pecho de la boca del bebé cuando el agarre es malo (introducir el dedo meñique entre la boca del bebé y el pecho para deshacer el vacío y no dañar el pecho al sacarlo), pero introduciendo el dedo para "hacer palanca" y lograr que el bebé abra un poco más la boca para poder sacar el pezón sano y salvo.
Hace daño con los dientes
Finalmente, otro problema relacionado con los mordiscos se presenta en los bebés que habían mamado perfectamente, pero empiezan a hacer daño o roces extraños, que incluso pueden llegar a provocar grietas, tras meses e incluso años de lactancia sin problemas. Este tipo de malestar suele producirse con bebés ya mayorcitos que tienen alguna herida o cambio en la boca que hace que cambie su manera de succionar (se han hecho daño en un labio, tienen una llaga) o bien cuando se produce algún cambio en la mamá (una perla de leche, agitación del amamantamiento, dolor de pezones por cambios hormonales, etc.).
Suelen ser momentos en los que le pedimos al bebé que tenga cuidado al mamar porque nos duele (debido a esos cambios en el bebé o en la mamá que hemos mencionado anes) o el pequeño es el que directamente nota nuestro malestar cuando succiona. En estos casos, cuando les pedimos que tengan cuidado, la reacción es tratar de mamar "más suave" con la boca más pequeña, es decir, poniendo boquita de piñón o boquita de pez. Esto agrava el problema, porque al cerrar más la boca (o abrirla menos) succionan solo el pezón y la sensación de dolor o la lesión se agudizan.
En estos casos, y desde mi experiencia también, es importante insitir mucho a los niños en que abran bien la boca... Y no solo hay que decírselo sino enseñárselo. Les decimos "Abre la boca grande" o "Abre la boca así", mientras les enseñamos todo lo que abrimos nuestra propia boca, y luego les damos el pecho. A veces es mano de santo y otras es solo una mejoría suficiente para que el trance sea soportable.
Lo mejor de esta etapa es que nuestros bebés están deseosos de ayudar y de seguir disfrutando de la teta y suelen colaborar activamente para evitar el dolor. En los últimos años, yo lo he vivido con sendas perlas de leche... que han aparecido a los dos y tres años de lactancia respectivamente. En ambos casos era una perla que no se podía pinchar y que remitió espontáneamente a la semana más o menos, pero la colaboración activa de Diana a la hora de mamar fue clave para no tener que suspender temporalmente la lactancia en ese pecho debido al dolor.