Tengo muchas entradas pendientes por escribir de todo lo que aprendí durante el V Simposio Internacional de Lactancia Materna (VSILM) celebrado la semana pasada en San Sebastián por La Liga de la Leche Euskadi. Pero hoy me apetece hablaros de algo más normal, pero también más bonito, más bello, más enternecedor.
Ayer tuve reunión del grupo de lactancia (Multilacta Móstoles). Las reuniones de julio y agosto suelen ser pequeñitas y con poca asistencia y así se confirmó ayer, con la presencia de dos mamis habituales (aunque no por ello con menos dudas). Pero a última hora llegó otra familia. Una mamá, un papá y su pequeño retoño. Me habían llamado unos minutos antes porque habían estado en una reunión del grupo previamente.
La mamá había tenido una experiencia penosa en su lactancia anterior, pero había decidido que, con su segundo pequeño, quería luchar y estaba animada para intentarlo de nuevo. Y lo hacía con el mejor de los principios, acudiendo a un grupo de lactancia (Multilacta Alcorcón) durante su embarazo para resolver las dudas y las incógnitas que le habían surgido.
De este modo, se marchó a casa con al menos una cosa bien clara: si surgía algún problema en su lactancia, era de vital importancia que contactara con alguien cualificado cuanto antes para solucionarlo de la manera más rápida posible y evitando que fuera a mayores.
Y así, me llamó ayer, con su peque de cuatro días, unas grietas terribles en el pezón y yo la invité a acercarse en el grupo, ya que en ese mismo momento estabe reunida con otras mamás. Y no cuento todo esto para tirarme el pisto o demostrar lo maja que soy o lo bien que se me da enseñar "cosas de tetas" a otras madres (ya veréis que, más bien al contrario, se lo han currado ellos solitos)... Lo cuento porque hoy me he sentido privilegiada al ver a ese pequeñín hacer un afianzamiento espontáneo en cuestión de segundos, presenciando uno de los momentos más mágicos que puede haber en cualquier lactancia materna.
No es la primera ni la segunda vez que veía a un pequeñín de apenas una horas de vida demostrar que, cuando se les deja en el lugar adecuado, son capaces de luchar con tanta fiereza como sus mamás por sacar adelante su lactancia. Una de las primeras veces que lo ví en vivo y en directo (que ya lo había visto antes en vídeo) fue gracias a Suu y a su Pequeñín, a los que me acerqué a ver y a confirmar lo bien que lo hacían al día siguiente de su feliz y risueño nacimiento.
Pero todas y cada una de las veces que he podido verlo, me he sentido igual de afortunada. En primer lugar porque las familias confíen en mi lo suficiente como para dejarme presenciar ese momento mágico de intimidad entre ellas. En segundo lugar, por constatar que los bebés no son unos seres desvalidos sino que son perfectamente capaces de luchar por su supervivencia siempre que estén en el lugar adecuado, en su habitat.
Mi felicidad (de asesora feliz, madre feliz y bloguera feliz) me ha durado unas horitas largas, hasta que me he puesto a rememorar y a pensar sobre el tema. La reflexión no me ha quitado la felicidad (que aquí sigue y me anima a escribir estas palabras), pero sí me ha servido para indagar por las razones de que algo que debería ser tan aparentemente normal -dejar que los bebés tomen las riendas de su propia lactancia- nos parezca tan mágico y sorprendente hoy en día... Y es que no he sido solo yo, sino que las otras mamis también estaban "embobadas" presenciando ese momento tan bonito.
Ni siquiera yo, en mi segunda maternidad, me atreví a confiar en los instintos de mi pequeña y la acerqué al pecho por iniciativa propia. Conocía el afianzamiento espontáneo y lo había visto, pero preferí tomar una postura más activa en el inicio de nuestra lactancia... (Aunque es cierto que el piel con piel sí que lo llevamos a rajatabla).
Hoy, casi tres años después del inicio de mi segunda lactancia, rememoro ese día gracias a esta familia y todas las que me han permitido colarme en momentos tan importantes como este de su vida. Hoy soy asesora de lactancia y me pregunto por qué yo misma lo califico como magia cuando es algo tan normal, que hoy me resulta tan evidente... Hoy me doy cuenta de la poca confianza que tenía en ese momento en la capacidad de mi hija para actuar por si misma, porque pienso que ese afianzamiento espontáneo es algo maravilloso cuando debería pasar todos los días y repetirse milllones de veces por todos los rincones del globo.
No debería ser maravilloso, deberíamos verlo como lo normal... con esa media sonrisa tonta que se me pone cuando veo a una madre mamar, o esa franca sonrisa y guiño que dedico a cada mamá que me encuentro amamantando orgullosa por la calle a sus bebés y niños mayorcitos... Porque si empezáramos a cambiar el paradigma de bebé indefenso que no sabe lo que quiere por el de bebé bien preparado que tiene muy claro lo que necesita para su supervivencia, quizás las madres tendríamos más confianza en nuestras maternidades, ya sean las primeras, las segundas o las terceras. Porque cuando transformamos el monólogo de la maternidad en un diálogo de tú a tú con nuestro bebé, tenemos mucho más claro lo que nos funciona como pareja, como duo o diada.
Hoy creo que he aportado un granito de arena a consolidar esa confianza entre esa madre (y ese padre) y su bebé. Y también, ¡cómo no! a confiar un poco más en mi capacidad para aplicar todos este aprendizaje en mis futuras lactancias.