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martes, 4 de enero de 2011

Demasiado aluminio en las leches de fórmula

Lingote de aluminio
Para los que todavía dudan de si hay que hablar o no de los riesgos de la lactancia artificial, los estudios más recientes siguen añadiendo argumentos de peso insoslayables que demuestran esta teoría.

Y es que si ponemos en un lado de la balanza el famoso dicho popular/mito "con biberón se crían igual de bien" y en el otro lado situamos los estudios científicos sobre la lactancia materna, la lactancia artificial y los efectos de los nutrientes que ambas contienen en el desarrollo del bebé, resulta evidente que es este último platillo el que gana "por goleada".

Recientemente saltaba a la palestra un estudio británico que ponía de manifiesto que las leches de fórmula siguen teniendo un alto contenido en aluminio, que es potencialmente perjudicial para el recién nacido. Además, en España este estudio ha tenido una repercusión especial gracias a la valoración crítica del artículo original realizada por Enrique Llerena y JC Buñuel y publicada en la revista Evidencias en Pediatría.

La principal conclusión de esta revisión constata que "el contenido de aluminio de una serie de fómulas para lactantes sigue siendo elevado, particularmente en los preparados para prematuros y leches de soja, diseñados para niños con alergia o intolerancia a la leche de vaca".

"Está demostrado que los niños son muy vulnerables a la exposición temprana al aluminio, lo cual ha de servir para llamar la atención sobre la urgente necesidad de reducir el contenido de aluminio de estos preparados al mínimo posible", argumentan los autores del artículo (Llerena Santa Cruz E, Buñuel Álvarez JC. Algunas leches de fórmula tienen una concentración excesiva de aluminio. Evid Pediatr. 2010;6:87).


Indiferencia de la industria
Muestra de aluminio
Las conclusiones del estudio original van aún más allá y señalan que "aunque durante años se ha sabido que las leches de fórmula están contaminadas con cantidades significativas de aluminio, no hay ninguna evidencia de que los fabricantes de estos productos lo consideren un tema importante relacionado con la salud" (Burrell SA, Exley C. There is (still) too much aluminium in infant formulas. BMC Pediatr. 2010;10:63. D.O.I.: 10.1186/1471-2431-10-63).

"El aluminio no es esencial y ha sido relacionado con enfermedades. Hay evidencias tanto de toxicidad inmediata como retardada en bebés, especialmente en prematuros, expuestos al aluminio por lo que consideramos que todavía hay demasiado aluminio en las leches de fórmula infantiles", concluyen.


Reflexión
Hace unos días escribía un artículo sobre la suplementación de leches de fórmula con DHA. Una de mis conclusiones era que los fabricantes de polvitos incluyen estos "nutrientes" por el gran atractivo de marketing que tiene hoy en día poder incluir en el envase la frase "contiene DHA" o "enriquecido con DHA". Este nuevo estudio y, sobre todo, la despreocupación de los fabricantes por reducir el contenido de aluminio de las leches de fórmula durante años me lleva a preguntarme si esta despreocupación no estará originada por el hecho de que la frase "bajo contenido en aluminio" impresa en un bote de leche tenga poco tirón comercial.

También me parece escandaloso que tengan que ser los investigadores los que analicen e investiguen el contenido en aluminio (o de cualquier otro elemento) de la leche de fórmula. Los que mejor saben estos datos son los propios fabricantes y deberían estar obligados por ley a publicarlos en los botes. Así, por ejemplo, los consumidores informados sobre la potencial toxicidad del aluminio tendrían la posibilidad de elegir, por ejemplo, la leche con más bajo contenido en aluminio.

Otra opción, a falta de un etiquetado más exacto, es, como recomienda Carlos González ante una consulta en su último libro Entre tu pediatra y tú, sería no ofrecerle al bebé siempre la misma marca de leche de fórmula. Si le das hoy una y mañana otra te aseguras de estar así compensando cualquier posible carencia (o exceso de aluminio) con las diferencias de composición entre una marca y otra.

La leche materna siempre mejor
En 1999, Fernández-Lorenzo et al. constataron que la concentración de aluminio presente en las leches de fórmula es entre 10 y 40 veces superior a los niveles del mismo producto en la leche materna. Y, en todo este tiempo, nada parece haber avanzado. La industria de la leche en polvo ha avanzado por otros caminos, más comerciales, obviando los estudios que demostraban la excesiva cantidad de aluminio de la leche de fórmula.

"El aluminio carece de función biológica conocida en las personas", señala el artículo español. Su presencia en la leche en polvo se debe al uso de sales minerales en la producción de leches de fórmula. "No parece un compuesto inocuo, pues se ha asociado a un aumento de su deposición en el hueso y en el sistema nervioso central, especialmente en niños prematuros y/o con función renal comprometida. Se ha relacionado con posible osteopenia en niños prematuros o con retraso del crecimiento intrauterino, especialmente cuando son alimentados con fórmulas de soja. Por ello, es fundamental conocer la concentración de aluminio en las leches de fórmula existentes en el mercado", prosiguen.

Una recomendación adicional sería la de tomarse muy en serio las famosas "ayuditas" y no recomendarlas tan a la ligera. En primer lugar, porque la suplementación innecesaria no hace más que poner zancadillas a la lactancia materna y, en segundo lugar, porque los prejuicios de la alimentación con leche de fórmula hacen necesario que su uso sea recomendado sólo en aquellos casos "estrictamente" necesarios. Cruzar esta línea supone, en primer lugar, obviar el famoso "primum non nocere" y, en segundo lugar, exponer al babé a una serie de peligros fácilmente evitables con un asesoramiento adecuado sobre lactancia materna.

Fuentes:
Revisión del artículo de la revista Evidencias en Pediatría

Artículo original en inglés en la revista BMC Pediatrics

lunes, 13 de diciembre de 2010

La verdad sobre el DHA

El otro día hablaba de los riesgos de la lactancia artificial en un post que incluía una larga lista de investigaciones que demostraban el peor desarrollo neurológico y cognitivo de los niños alimentados con leche de fórmula.

Hoy en día es ampliamente conocido el papel que algunos ácidos grasos, como los omega 3, tienen sobre el desarrollo de órganos tan importantes como el cerebro. Algunos de los más nombrados son el ácido docosahexaenoico (DHA) y el ácido araquidónico (AA). Tanta es su fama ya que muchos fabricantes de alimentos se apuntan a la fórmula del éxito, pregonando a bombo y platillo que sus productos están enriquecidos con DHA... ¡¡¡Hasta la comida para perros se enriquece con este tipo de ácidos grasos!!! No hay más que hacer una búsqueda en Google para darse cuenta del tamaño del negocio.

Según he podido discernir de las lecturas en distintas fuentes de Internet, la principal fuente de DHA son ciertas algas marinas que, al incorporarse en la cadena alimenticia de los animales marinos, hace que el principal aportela principal fuente de DHA en la dieta humana sea el pescado azul: salmón, sardina, bacalao, atún, etc.

Hasta en la sopa
Pues sí, mantequilla, huevos, galletas, productos lácteos y ¡¡¡Cómo no!!! La leche de fórmula para bebés también está enriquecida con DHA. Y con AA, ya que parece que cuantas más siglas le añadan a las leches artificiales para alimentar a bebés humanos más tecnología hay en ellas o, ¿quién sabe? a lo mejor más excusas para subir el precio, hacer más publicidad y seguir aumentando las ventas.

Supongo que, un poco para contrarrestar la inquietud que podría producir en algunos padres la tabla de peores resultados en neurodesarrollo y cognición de los niños alimentados con leche artificial, y teniendo en cuenta que el DHA y el AA juegan un papel fundamental en el desarrollo del cerebro, la retina y el sistema nervioso central, los fabricantes de leche de artificial decidieron seguir "evolucionando" sus fórmulas para incluir estos ácidos grasos.

Pero, la verdad es otra muy diferente y es que "existe poca evidencia que demuestre que suplementar las leches de fórmula con LCPUFAs (ácidos grasos de cadena larga) conlleve algún beneficio significativo a largo plazo", según el libro Breastfeeding Managemente for the Clinician Using the Evidence.

Alimento vivo vs. producción en serie
El DHA y el AA de la leche materna varían en cantidad en función de las diferentes tomas y de la edad del bebé. Además, forman parte de un conjunto complejo con el resto de ácidos grasos y nutrientes presentes en la leche materna. Este tipo de consideraciones no se tienen en cuenta cuando, simplemente, se decide añadir a los polvitos blancos DHA procedente de microalgas fermentadas (Crypthecodiunium cohnii) y AA de hongos (Mortierelle alpina) a los aceites de soja, maíz, palma y coco que normalmente se usan para sustituir la grasa animal propia de la leche de vaca.

Por eso, son muchas las dudas que han surgido con respecto al uso de estos aditivos en la leche de fórmula. Y es que, no olvidemos, que cuando llevamos una dieta variada, el hecho de tomar algún alimento con aditivos no muy recomendables puede no tener grandes consecuencias; pero cuando este tipo de ingeniería se aplica a la leche de fórmula, el único alimento de un bebé durante seis meses y el principal durante al menos otros seis meses más, la peligrosidad aumenta exponencialmente.

Para reflexionar
Os dejo un listado de las principales "dudas" expresadas por la comunidad científica (no financiada por Danones, Nestlés y similares) respecto al uso de estos aditivos:
  • Niveles más áltos de LCPUFA en las membranas de las células musculares se han relacionado con un aumento de la sensibilidad a la insulina (Pan et al., 1994).
  • Se barajan posibles efectos en la transcripción de genes (Clarke & Jump, 1996).
  • Es posible que la sobresuplementación de potitos y leches de fórmula con ácidos grasos pueda haber contribuido a la actual epidemia de obsidad (Massiera et al., 2003). 
  • La fortificación de la leche con DHA es una preocupación añadida a las ya existentes sobre la ingesta excesiva/desequilibrada de ácidos grasos omega3 y omega6.
  • Un consumo desequilibrado de ácidos grasos puede producir patrones alterados de crecimiento (Carlson et al., 1992, 1993).
  • En los estudios que demuestran los beneficios de las fórmulas suplementadas, normalmente se detectan problemas de base como muestras insuficientes, confusión sobre las fuentes de DHA y AA en las comparativas de estudios, diferentes cantidades y ratios de ácidos grasos, diferentes composiciones en la fórmula base y distintas duraciones en el periodo en que la leche era consumida (Koo, 2003).
  • Muchos estudios comparan a bebés alimentados con fórmulas sin suplementar y fórmulas suplementadas, pero todos ellos carecen de un grupo de control de niños exclusivamente amamantados.
  • La exactitud y fiabilidad de las pruebas utilizadas para determinar los efectos cognitivos y visuales de los LCPUFAs durante los dos primeros años son controvertidas. 
  • Los criterios para incluir a bebés en los estudios normalmente excluyen a niños enfermos, gemelos o más múltiples y prácticamente cualquier bebé con algún tipo de problema. Esta selección arroja dudas sobre la idoneidad de estas fórmulas suplementadas para los niños excluídos, independientemente de la fuente de LCPUFAs.
  • Los meta-analisis de estudios aleatorios sugieren que cualquier beneficio funcional en la vista o el neurodesarrollo de la suplementación con LCPUFAs tendrá una trascendencia clínica menor, al menos para los nácidos a término (Koo, 2003).
  • Poca evidencia respalda que las fórmulas que contienen LCPUFAs mejoren la visión y la inteligencia en recién nacidos a término sanos. Sin embargo, el 25% de incremento en el coste puede suponer una carga para el presupuesto familiar.
  • La leche humana contiene otros LCPUFAs además de DHA y AA que pueden ser transformados en DHA y AA por el organismo y que intervienen en la conversión de los ácidos linolénico y alfa-linolénico en DHA y AA. La presencia de estos LCPUFAs adicionales puede explicar parcialmente la aparente necesidad de ingerir mayores cantidades de DHA y AA a través de la leche de fórmula para lograr el mismo contenido en plasma de esos ácidos grasos observado en los bebés amamantados (Clandinin et al., 1997).
  • La leche materna contiene lipasas que mejoran la digestión de las grasas en los bebés amamantados; la leche maerna es un líquido complejo que contienen numerosos componentes bioactivos, hormonas y células vivas que no se encuentran en la leche de fórmula. Este tipo de consideraciones no son tenidas en cuenta cuando simplemente se añaden LCPUFAs a la leche de fórmula (Oficina para la Seguridad de los Aditivos Alimentarios, 2001).

Y, también en los alimentos para adultos hay que desconfiar de las "recetas milagro". No es oro todo lo que reluce y ya lo adelantaban hace unos años en un artículo de la revista Consumer. Lo puedes consultar aquí.

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