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domingo, 3 de mayo de 2015

La maternidad que merecemos en 20 pasos

Después de mi sequía bloguera, me reestrené escribiendo para el blog de Elena este post que en principio iba sobre lactancia, contacto y porteo en niños hospitalizados y terminó siendo algo diferente.

Quería seguir profundizando en el tema y me dí cuenta que los niños "hospitalizados" en el fondo son casi todos los niños, pues van a nacer en un hospital y en el mejor de los casos en dos días estarán fuera. Pero ese inicio de la vida en una institución sanitaria marca el principio del camino, para ellos y para nosotras.

Y, pensando, pensando, me dio por pensar que se podría hacer para que estos días sean más "amigables" con las madres y con los bebés y con el inicio de la vida que se mercen y aquí va mi lista de requisitos para una "maternidad ideal", la maternidad que mereces, la maternidad que merecemos, unos principios que estaría bien que leyeran los gestores de muchos hospitales para ponerse las pilas de verdad y ofrecer un comienzo digno de la vida a nuestros bebés y de nuestra maternidad a las madres y a las familias. Muchas de ellas no requieren grandes inversiones de dinero ni instalaciones complejas, sino, simplemente, cambiar el enfoque y la mentalidad en la atención a las familias que nacen en ese entorno.
  1. En la mejor maternidad del mundo, al entrar no tendrías que pasar un triaje de urgencias y podrías entrar directamente a la maternidad. Las embarazadas no somos enfermas ni accidentadas y tenemos muy claro a donde vamos.
  2. En la mejor maternidad del mundo, en la sala donde te atendieran para valorar el estadio del parto, habría sillas cómodas, espacio de sobra para una embarazada con tripa y su pareja. En lugar de una pared alicatada y llena de hojas con turnos y notas internas, habría paredes más cálidas, luces menos agresivas y cuadros con imágenes bellas sobre el parto y la maternidad, que inspiren tranquilidad y confianza en lo que está por llegar. En esa misma sala (y entiendo que es un lugar de trabajo), el instrumental, sueros y medicamentos, estarían guardados en mobiliario rápidamente accesible, contribuyendo así a que la futura madre mantenga la tranquilidad y la confianza.
  3. En la mejor maternidad del mundo, todos los carteles de pelotas de pilates y de monitorización sin cables se corresponderían escrupulosamente con la experiencia  real de la embarazda, sin dejar al libre albedrío del personal de turno si lo ofrecen o no.  Alardear de algo que no es real tiende a poner de mala leche a la parturienta,  que además se ve en la tesitura de tener que exigirlo sin la sonrisa de oreja a oreja que tiene la señora del dibujito.
  4. En la mejor maternidad del mundo, nada más llegar lo primero sería revisar rápidamente el plan de parto y, en caso de que la mujer no lo haya preparado, ofrecerle una guía rápida donde pueda elegir entre los distintos métodos de alivio del dolor, preferencias de posición para el expulsivo, acompañamiento, etc.
  5. En la mejor maternidad del mundo, todo el personal estaría formado en técnicas de comunicación y calidad en la atención al cliente, desde ginecólogos, pasando por matronas y anestesistas y terminando en el personal de limpieza. No quiero saber cuándo te toca librar mientras me pones el monitor, no quiero que me llames bonita. Todo el mundo trata a las mujeres como a adultas capaces de tomar sus propias decisiones y eso pasa porque te molestes en leer mi nombre y no me llames señora, parturienta o puerpera y que tampoco hables de mi como si no estuviera delante.
  6. No voy a hablar de verticalidad, tiempos,  ni nada de eso que para eso ya está la estrategia de atención al parto normal.
  7. En la mejor maternidad del mundo entienden que mi dignidad como persona y como paciente está muy ligada a la vestimenta. En la maternidad perfecta me animarían a llevar ropa con la que esté cómoda. Me orientarían sobre las necesidades del personal que me va a atender en cuanto a vestimenta para que las tenga en cuenta, pero con libertad de elección para elegir mi propia ropa. En la maternidad ideal tienen claro que los pijamas de estampado de puntos o de color verde que rascan y exfolian son horribles y odiosos.
  8. En la mejor maternidad del mundo, olvidarían el engendro del márketing que son las bragas desechables, que solo sirven para engordar la cuenta de beneficios de algunas marcas. Son incómodas, pican y aprietan. Estoy acostumbrada a sangrar por mi vagina y prefiero mil veces hacerlo con una compresa y unas bragas de algodón que con lo mismo y unas desechables.
  9. En la mejor maternidad del mundo, después de nacer en un entorno tranquilo y cálido, todo el personal se retiraría discretamente después del nacimiento del pequeño para dejar que la madre y el niño disfruten de sus diez primeros minutos de intimidad juntos. No tendrían prisas por coser desgarros ni por traccionar placentas. El test de Apgar se haría sin invadir el espacio vital. Todo lo demás puede esperar, pero estos minutos nunca volverán.
  10. En la mejor maternidad del mundo, la madre, el padre y el bebé van a una habitación especial durante las seis primeras horas de vida del pequeño, sin acceso a visitas ni a familiares. Pero con acceso directo a una consejera de lactancia que está a total disposición de esa mujer para acompañarla en el correcto establecimiento de la lactancia.
  11. En la mejor maternidad del mundo, también se atiende de manera exquisita las pérdias gestacionales o perinatales. Las madres que han perdido a su bebé, cuentan con un espacio especial donde se enfrentan al proceso y a la elaboración de su duelo sin escuchar los sonidos de los monitores fetales de otras madres o los llantos de los bebés. Las madres que han perdido a sus bebés disponen de la misma intimidad y los mismos espacios acogedores que las madres de bebés vivos y sanos. Las familias que se enfrentan a la muerte de un hijo cuentan con el apoyo de personal especializado y disponen de todo el tiempo que necesiten para despedir a su bebé. Su duelo se anima y se valida.
  12. En la mejor maternidad del mundo, las únicas "ayuditas" que se recetan al bebé son sesiones de media hora con consultoras especializadas en lactancia que trabajarán en empoderar a la madre para conseguir la lactancia que ella quiera.
  13. En la mejor maternidad del mundo, nadie da consejos anticuados ni equívocos sobre temas tan importantes como la lactancia materna a demanda o el cuidado del bebé. De hecho, en esta maternidad hay carteles informativos y al alta la madre se lleva folletos y guías que le habrán explicado previamente para resolver cualquier duda que pueda tener.
  14. En la mejor maternidad del mundo, las madres son animadas a sostener a sus hijos en piel con piel todo el tiempo posible, poniendo a su alcance todos los medios necesarios para facilitar este contacto. Además, se las informa sobre las ventajas del contacto cercano para el bebé durante su primera infancia.
  15. En la mejor maternidad del mundo, las enfermeras y el resto del personal advierten a los padres sobre la necesidad de intimidad de la madre y el bebé y les ofrecen estrategias para limitar las visitas de familiares y amigos y hacer que sean lo menos molestas posibles para la madre y el bebé.
  16. En la mejor maternidad del mundo, se organizan grupos de apoyo para que las madres cuenten su experiencia y compartan dudas y temores entre iguales y se anima a participar tanto a las mujeres como a los hombres.
  17. En la mejor maternidad del mundo, ningún miembro del personal se ríe de la madre cuando expresa sus dudas sobre temas tan mundanos como la forma de las uñas del pie de su hijo. Se valora su duda y su preocupación y se la informa sin paternalismos ni condescendencias.
  18. En la mejor maternidad del mundo, no existe sala nido ni ningún lugar similar. Todas las técnicas y revisiones se le realizan al bebé encima de su madre. El baño del bebé lo realiza la madre o el padre, con ayuda del personal si la familia lo solicita. Tampoco hay salas de lactancia, ya que todas las madres tienen a su disposición sacaleches que poder llevar a su habitación para poder realizar la extracción sin prisas, sin esperas y de la manera más confortable posible.
  19.  En la mejor maternidad del mundo, el personal colaboraría con los grupos de apoyo a la lactancia y, además de las consultoras de lactancia entre el personal sanitario, contarían con la figura de la asesora de lactancia para cuando la madre lo requiera. Además, al alta, se la animaría a ponerse en contacto con los grupos de apoyo a la lactancia de su zona.
  20. En la mejor maternidad del mundo, la familia se iría de alta habiendo cambiado temores por confianza, con una lactancia bien establecida y enfrentándose con optimismo al camino que les espera por delante.

miércoles, 13 de agosto de 2014

Los vampiros y las asesoras de lactancia

En el mundo de la asesoría hay un debate cíclico que surge cada cierto tiempo por distintas esferas y siempre con la misma temática: el dinero. Puede ser una agria polémica porque hay gente enriqueciéndose por hacer un examen que certifica como consultora de lactancia. Porque hay quien afirma que las asesoras de lactancia tienen mucho morro al decir que la leche de fórmula es un negocio porque hay gente que cobra por ayudar con la lactancia. O puede ser otra polémica más enconada todavía sobre si la asesoría de lactancia debe ser voluntariado o se puede cobrar por determinados servicios (como las visitas domiciliarias).

El otro día estaba viendo un capítulo de Buffy Cazavampiros... De ahí el título del post; no voy a escribir de vampiros mentales ni nada de eso. En la historia Buffy está sin un duro, su madre ha muerto hace poco y le ha dejado una magra herencia y una hermana adolescente a la que mantener y en unos meses la casa se ha "chupado" todo el dinero.

Anya (una ex-demonio convertida en humana y apasionada del dinero) le dice que tiene la solución a sus problemas: "Cobra por matar vampiros" le dice... Y el resto del grupo se le echa encima diciendo que lo que hace Buffy es un servicio a la comunidad y que no puede cobrar por ello, que lo hace por el bien común.

Y ahí se queda la pobre Buffy, que no puede trabajar de día porque está patrullando por las noches para matar a los malvados vampiros, con su casa hecha una ruina y una hermana a la que mantener y sin ninguna fuente de ingresos. La salvación de la humanidad que ha evitado en varias temporadas el apocalipsis mundial se ve abocada a vivir en la indigencia... Pero oye, que ella sigue teniendo que salvar el mundo, que para eso es "la Cazavampiros".

Yo me moría de risa al ver este capítulo, porque de triste que es la situación termina siendo cómica. Y más después de leer los debates sobre las asesoras de lactancia y si deben cobrar o no... Además, visto así, no podía dejar de pensar que Buffy todavía tenía muchas ventajas respecto a las asesoras de lactancia:
  • Giles, su Watcher (no se si lo han traducido como guía o mentor o vigilante o qué en castellano), no la cobra por sus servicios... ¡¡¡Menos mal!!! Todavía hay asesoras que aparte de dedicar su tiempo voluntariamente a asesorar tienen que pagar cuotas por ser socias de su asociación.
  • Giles, su mentor, no la cobra por enseñarla. Las asesoras de lactancia en muchos casos se tienen que pagar los cursos para aprender a asesorar de su propio bolsillo.
  • A Buffy los superpoderes le vienen de serie con el título de "slayer", no tiene que andar por ahí comprando libros para aprenderlos o pagándose cursos y congresos para tener super-fuerza y curación ultrarrápida (que vendrían a ser como las habilidades de comunicación y la dinámica de grupos para una asesora).
  • Buffy no tiene que resolver los problemas de inocentes que han ido a su "mata-demonios profesional" de la seguridad social o privado y han salido sin resolver su problema o con otros nuevos creados.
  • Buffy no tiene a inocentes que la reclaman que vaya a su casa a matar a sus demonios. Ella, al menos, puede elegir qué batallas quiere luchar.
  • Buffy, cobre o no cobre, tampoco se va a enfrentar a reclamaciones o demandas por haber hecho mal su trabajo... Total, si fracasa, llega el apocalipsis y nadie va a estar para andar de juzgados.
Así que Buffy, chica, estás muy mal... Pero en el fondo tampoco está tan mal la cosa como la pintan. Yo te aconsejaría que te acercaras al Ayuntamiento de Sunnydale (ahora que el alcalde malvado ya murió, recuerda que lo mataste tú) y pide a ver si tienen alguna ayudita o subvención en la partida de prevenir el apocalipsis por sexto o séptima vez y a ver si así puedes arreglar la tuberías de tu casa y librarte del sótano inundado, que te van a crecer branquias.

Y si eso no funciona, como consejo de amiga, te diría que buscaras al "Fontanero elegido", el predestinado para arreglar tuberías malditas y apretar tuercas insondables para ver si considera tu caso digno de su atención.

viernes, 4 de abril de 2014

Recetar asesoría de lactancia

 A la derecha de sus pantallas, Peter Hartman.
El papel de la asesoría de lactancia es cada día más importante para apoyar a las madres en su deseo de amamantar. Muchos son los profesionales e instituciones que afirman apoyar la lactancia materna, pero este apoyo se tiene que aplicar en la práctica y no quedarse solo en la teoría.

Mientras Erik y yo estuvimos en la unidad de neonatos del Hospital 12 de octubre tuve la oportunidad de presenciar un hecho muy esclarecedor al respecto y desde entonces vengo pensando en la necesidad de recetar o prescribir asesoría de lactancia a las madres, en el mismo sentido que se haría con un medicamento o tratamiento.

En concreto, una noche, la doctora Concha de Alba habló con una mamá que había tenido a un bebé prematuro y con crecimiento intrauterino retardado por cesárea cinco o seis días antes. Esta mamá había sido ayudada o aconsejada previamente. Muchas veces yo presencié algunos consejos equívocos o que iban en contradicción con el que le había dado el anterior turno (por ejemplo, extrae leche frecuentemente y no te extraigas antes de venir a amamantar al niño 0_0)... Pero esa noche la doctora De Alba se paró con ella, la mujer expresó su deseo de amamantar y la doctora (que además de neonatóloga es IBCLC) se sentó con ella y, con voz pausada y dulce, la fue guiando. Dejando las manos fuera y dando consejos de manera cariñosa y sencilla... Y ese bebé mamó y a esa mamá se le saltaron las lágrimas de la emoción después de haber conseguido hacer lo que hasta ese momento le había resultado imposible.

Yo no podía preguntarme qué hubiera pasado si a esa madre alguien le hubiera recetado esos 20 minutitos de asesoría de lactancia unos días antes. En esos momentos, pensaba, sería una mujer completamente distinta. 

Y hoy en la conferencia de prensa del 9º Simposio Internacional de Lactancia de Medela me he reafirmado todavía más en ello, después de escuchar al impresionante elenco de profesionales reunido en tan pocos metros cuadrados (permitidme el momento fan, pero al saludar a Peter Hartman el corazón se me ha puesto a mil por hora).

Shoo Lee, director del Centro de Investigación en Salud Materno-Infantil de Toronto (Canadá) ha comentado brevemente los datos de una intervención puesta en marcha en 20 hospitales de su país. En este proyecto, las enfermeras de las unidades neonatales dejaron de ser cuidadoras y pasaron a ser educadoras de los padres, que se convirtieron en los cuidadores de los bebés. Los padres prácticamente lo hacían todo menos manejar las vías y demás procedimientos. Y los resultados fueron sorprendentes:
- se mejoró en un 25% la ganancia de peso de los bebés.
- no se registró ni una sola infección en el grupo experimental (frente al de control).
- no se registró ningún episodio de enterocolitis necrotizante en el grupo experimental.
- se doblaron las tasas de lactancia materna.
- se redujo la duración del ingreso.
- disminuyó el estrés parental y mejoro la satisfacción de los padres.

Los padres importan. La lactancia es mucho más que un medicamento. Pero hay más factores en juego a la hora de mejorar las tasas de lactancia. Por ejemplo, los profesionales sanitarios. Lee ha afirmado con rotundidad que los profesionales médicos deben entender "que la leche humana es para los humanos y la leche de vaca para las vacas". Y, en este sentido, ha destacado que resulta absurdo a todas luces que en muchos países se necesite un consentimiento informado para alimentar a un bebé con leche donada, pero no para hacerlo con leche de fórmula. ¿Desde cuándo hay que informar de los riesgos de algo que es beneficioso y algo que tiene riesgos se puede dar libremente? Desde luego, es un cambio de mentalidad importante el que hay que lograr para que en las unidades neonatales y en los servicios de maternidad se empiece a solicitar un consentimiento informado para ofrecer suplementos y ayuditas.

Cuando se logra este cambio de mentalidad, tanto los profesionales médicos como los gestores estarán más orientados a dar a los padres el apoyo que necesitan. Y el apoyo, prescrito o estandarizado, es fundamental para lograr los mejores resultados. Shoo Lee ha mencionado que en Japón, por ejemplo, una asesora de lactancia atiende a los padres recientes en las primeras cuatro horas posparto para resolver sus dudas y dar apoyo en temas que pueden causar inquietud o temor, como la extracción de leche. "Cuando se les enseña, las madres encuentran que la lactancia es una experiencia mucho más fácil", ha subrayado.

Paula Meier, directora de Investigación Clínica y Lactancia de la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales del Centro Médico de la Universidad de Rush (Chicago, Estados Unidos) ha contado como en su unidad cuentan con madres que, con el requisito de haber pasado un curso de orientación de tres meses y haber tenido a uno de sus hijos ingresado en esa misma unidad, están empleadas como asesoras de lactancia, dando apoyo a las familias de los bebés para instaurar su lactancia materna, resolver sus dudas e inquietudes, ayudarles a extraer de manera más eficiente, etc. 

Este tipo de políticas no solo mejora los resultados de los bebés, sino que es tremendamente empoderante para las madres, que sienten que están haciendo algo para contribuir a la salud de sus bebés. Pero, además, también es beneficioso desde el punto de vista económico. La misma doctora Meier ha señalado que en su unidad, donde se manejan diariamente unos 500 botes de leche materna extraída por las madres de los bebés ingresados, cada mililitro de leche materna en los primeros 14 días de vida del niño supone un ahorro de 560 dólares en los gastos asociados a complicaciones médicas e ingresos más prolongados... 

Vaya, que si la leche materna es buena para el bebé, buena para la madre, empoderante y además recorta radicalmente los costes de la hospitalización y está sobradamente demostrado que la asesoría y apoyo en la lactancia puede suponer la diferencia entre el éxito y el fracaso... Blanco y en teta... ¡Leche materna! Pues lo dicho, que los pediatras deberían extender recetas en las que se garantizara media hora diaria de asesoría en lactancia, o una hora semanal de apoyo, o una plaza garantizada en un grupo de madres o 100 mililitros de formación sobre uso de extractores.

El 9º Simposium de Lactancia Materna de Medela acaba de empezar y ya estoy gratamente emocionada e indignada (por todo lo que podría hacerse y no se hace). 

jueves, 6 de marzo de 2014

Síndrome de la asesora de lactancia

Una foto muy especial, salida del objetivo
de Rebeca López, de Kisikosas.
Síndrome de la asesora de lactancia: dícese de cuando una madre asesora de lactancia es experta en diagnosticar problemas de lactancia en otras mujeres, y en darles tanto apoyo moral como opciones para resolverlos, y en cambio no es capaz de ver o diagnosticar los problemas en su propia lactancia.

Hasta ahora siempre me había enfrentado a este fenómeno en cabeza ajena... Es decir, yo era la asesora que ayudaba a otras compañeras a descubrir algún problema o sugiriendo opciones que no se habían planteado por si mismas... Y asumiendo que para analizar una situación delicada o problemática siempre hay que tomar una distancia, física y emocional, no entendía demasiado bien por qué no podían ver por si mismas lo que para mí resultaba evidente a simple vista.

Pero no hay más lección de humildad que vivir el proceso en tus propias carnes. Y con el nacimiento de Erik he tenido oportunidad de vivir el síndorme de la asesora de lactancia con gran intensidad. Vamos, que es de estas veces que el destino te hace un "zas, en toda la boca" de libro. Y es que no hay como un hijo para desmontarte todas las expectativas del mundo.

Nada más nacer me pusieron a Erik encima en piel con piel... durante unos cinco minutos y enseguida se lo llevaron. La separación cero que promulga Nils Bergman (que de eso os hablaré otro día) no se cumplió en nuestro caso, pero era justificado porque había sospecha de ciertas patologías en el bebé que había que confirmar o descartar cuanto antes.

Lo bueno es que todo esto pasó en un hospital, el 12 de octubre, donde las unidades de neonatos son de puertas abiertas las 24 horas para padres... Lo malo es que, aunque yo no estaba en ninguna "reanimación" o similar, no me "dejaban" ir a ver al peque hasta que me subieran a planta y allí me dieran el OK. Entre unas cosas y otras se me pasaron tres horas, en las que cada poro de mi piel me pedía estar con mi bebé y ni una sola neurona se encargó de recordarme que lo mejor mientras esperaba era empezar a extraerme leche para dar a mis pechos la estimulación que el bebé no estaba haciendo directamente.

Cuando por fin nos reunimos, Erik estaba ya en la fase "bello durmiente" y apenas se enganchó al pecho... Y yo de nuevo tenía las neuronas plácidamente también en fase "bellas durmientes" y tampoco pensé en extraerme. Sí pensé en ponerlo en piel con piel, pero estábamos en una incómoda silla, al lado de una puerta, en un sitio con bastantes corrientes y con poca tranquilidad e intimidad. No era el ambiente idóneo para un encuentro, pero el subidón del estar juntos lo compensó todo.

Esa noche tuvieron que ingresar al peque de nuevo en neonatos, con tan mala suerte que nos tocó la enfermera nazi que nos prohibió el acceso a la zona de "transición" donde estaba Erik y se inventó que estaba "nauseoso" para negarnos bajar a "la toma de las tres" y tener la condescendencia de permitirnos ver a nuestro bebé en "la toma de las seis". Y de nuevo, en ningún momento la extracción se me pasó por la cabeza.

Entre tanto, mi peque tuvo que enfrentarse en solitario a varias pruebas y pinchazos que, entre unas cosas y otras, llevaron a la situación del día siguiente: Erik rechazaba el pecho. Había poco calostro, el pecho apenas había estado estimulado (en 24 horas solo mamó entre las ocho de la tarde y las 12 de la noche a demanda y una toma más a las seis de la mañana) y Erik terminaba sacando todas las frustraciones y llantos del día cuando estaba en la teta.

Al tercer día de vida de Erik (segundo
día de extracción intensiva) ya conseguía
sacar algo menos de 20 ml de calostro
entre ambos pechos.
A última hora de nuestra segunda tarde parece que las neuronas empezaron a funcionar de nuevo y se me ocurrió preguntar por un extractor. También cabe decir que, en todo este tiempo, nadie me lo ofreció, ni me aconsejó extraerme, ni me dio un buen consejo al respecto... aparte de la consabida pregunta de "¿Tienes leche?", que uno consideraría proscrita en un hospital IHAN,

Y ahí estábamos al día siguiente; mientras José Mª Paricio-Talayeron daba una charla sobre bebés que rechazan el pecho, yo estaba viviendo en mis carnes de madre puérpera la crudeza de la situación en la que tu bebé se pone a llorar como si le estuvieras matando con solo acercarle al pecho... ¡¡¡Si hasta podrían haberse acercado al hospital a hacer el caso práctico con nosotros!!!

En fin, que, una vez la neurona empezó a funcionar, terminamos dando con nuestra propia solución: estimular todo lo posible la producción con extracción en sacaleches y usar el calostro extraido (5 0 10 ml a lo sumo) para dárselo en jeringuilla antes de volverle a poner al pecho. Darle un suplemento de leche extraída era la única manera de volverle a poner en modo "cooperativo" después de iniciar una de sus "peleas con el pecho".

Y, con las neuronas ya puestas al 100%, se me ocurrió aprovechar lo que no quería ya del suplemento para (usando la jeringuilla con sonda que empleaban para extraer la leche del biberón usado en el extractor) introducir la sonda por la boca mientras estaba en el pecho e ir inyectando pequeñas cantidades cuando él dejaba de mamar. Haciendo esto, pensaba yo, conseguía que comiera satisfactoriamente de nuevo al pecho y que la experiencia fuera positiva. ¡¡¡Y funcionó!!! Además, unas 24 horas después, y supongo que gracias a toda la extracción y a que la maquinaria del cuerpo se puso a funcionar de nuevo, tuve una gran subida de leche y Erik comió como un campeón.
Primero le suplementaba con la jeringuilla
(sin sonda) y luego ya aceptaba mamar al
pecho. Yo introducía la sonda por la comisura
del labio e iba inyectanto pequeñas cantidades
para animarle a mamar (de manera similar a lo
que se consigue con la compresión mamaria).

Tuvimos algún pequeño bache después (aunque ahí yo dudo de si fue bache o que el peque estaba molesto, incómodo o le dolía algo) y lo solucionamos de nuevo a base de extracción, después de las tomas, para incrementar la producción.

Y bueno, esta experiencia me ha enseñado bastantes cosas:
  • Que el síndrome de la asesora de lactancia existe porque cuando estás centrada en tu puerperio y en tu bebé es imposible tener una actitud analítica e incluso lo más evidente ni se pasa por tu cabeza. Yo he aconsejado a decenas de madres que se empezaran a extraer cuanto antes si las separaban de sus bebés y yo no fui capaz de verlo y hacerlo por mi misma.
  • Que el síndrome de la asesora de lactancia es doblemente doloroso. Cuando tienes problemas en tu lactancia y eres una supuesta "experta" en lactancia, resulta doblemente frustrante verte impotente ante todos los problemas que van surgiendo.
  • Que el hecho de dar a luz en un hospital IHAN no garantiza que vayas a tener un buen asesoramiento en lactancia y que, a pesar de la formación, entre el personal de estos hospitales persisten muchos mitos y errores al respecto.
  • Que toda la confianza del mundo no es suficiente cuando existe un problema.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

¿Qué es una asesora de lactancia?

Sofia Bagües, presidenta de Fedalma (Federación Española de Asociaciones Pro-Lactancia Materna), afirmaba recientemente en su intervención durante el congreso de la entidad, que los grupos de apoyo a la lactancia seguimos teniendo muy "mala prensa" entre la sociedad en su conjunto. Mala imagen, vaya. Todavía hay un gran porcentaje de personas que asocia "asesora de lactancia" o "grupo de lactancia" a extremismo o radicalismo, calificando a las personas que allí acuden como "talibanes" o "miembros de una secta".

Me vienen a la cabeza las miradas sorprendidas de los miembros del comité de lactancia de un hospital de la zona en la que ejerzo como asesora. Me invitaron a participar en dicho comité en representación de las madres y parece ser que gran parte de los allí presentes se quedaron asombrados de ver a una mujer normal, dando opiniones mesuradas y razonadas a lo que allí se trataba e incluso haciendo alguna propuesta interesante y más que coherente. Tan sorprendidos se quedaron, que el responsable de pediatría me pidió que impartiera alguna "sesión clínica" explicando en qué consiste exactamente la labor de una asesora de lactancia.

Y, dada la confusión que parece existir sobre el término, me gustaría dar mi propia explicación al respecto sobre lo que es y lo que no es una asesora de lactancia.

Una asesora de lactancia es:
  • Ante todo, madre. Conozco excelentes consultoras de lactancia, matronas y otras profesionales con mucha formación en lactancia. Pero la asesora de lactancia no es ni profesional sanitario (o si lo es, deja de lado ese rol cuando ejerce como asesora) ni consultora, sino una madre que se coloca en una relación de igual a igual con el resto de las mujeres cuando acuden al grupo de apoyo. Su papel como madre, el hecho de haberse enfrentado a los retos, desafíos y gratificaciones de la maternidad, le ofrecen una perspectiva única y empática desde la que comunicar con las asistentes al grupo en una situación de completo entendimiento.
  • Madre lactante. Es requisito imprescindibles que la asesora de lactancia (que no la matrona, o la consultora, o la enfermera) tengan experiencia amamantando a sus hijos. Pues de la propia experiencia parte su inquietud, su búsqueda del conocimiento y su deseo de compartir, acompañar y ayudar a otras madres en la misma experiencia que ella ya vivió o sigue viviendo.
  • Voluntaria. La asesora de lactancia entrega su tiempo (y muchas veces también su dinero), sin recibir nada a cambio, para formarse y adquirir conocimientos, pero también para ejercer su labor como asesora en el grupo de apoyo a la lactancia. Las hay que llevan grupos semanales, otros mensuales y las hay que incluso invitan a las madres a sus casas cuando las llaman en busca de ayuda. La que más o la que menos dedicará al menos cuatro o cinco horas semanales entre formación, coordinación del grupo, respuesta a consultas telefónicas o por mail, asistencia al grupo de apoyo, reuniones con profesionales de su entorno, etc.
  • Muy formada. Para poder ayudar y asesorar a otras madres la asesora requiere cientos de horas de formación, ya sea en cursos, congresos, seminarios y jornadas o leyendo libros y publicaciones especializadas tanto en castellano como en otros idiomas. Pero no solo acumula conocimientos sobre lactancia, sino que la asesora también aprende a basar su consejo en la evidencia científica, a dejar en casa los prejuicios personales, a escuchar y a empatizar, a modular su discurso, a gestionar un grupo para que todas las madres se sientan protagonistas. No es solo experta en lactancia, sino también en dinámica de grupos, en empatía y en resolución de conflictos.
  • Humilde. La asesora de lactancia puede usar su experiencia personal como punto de partida para explicar o ilustrar alguna cuestión, pero no se convierte en la protagonista del grupo o del discurso. Coordina, modula y modera un enriquecedor debate entre todos los asistentes, demostrando que las propias mujeres con experiencia en lactancia son capaces de resolver las dudas de otras que todavía dan los primeros pasos en el camino.
  • Empoderada y empoderante. La voluntaria que trabaja como asesora en el grupo de apoyo debe ser, necesariamente, una mujer segura de sí misma para haber recorrido todo el camino que le ha llevado hasta la asesoría de lactancia. Pero no por estar empoderada debe olvidar su papel empoderando a las mujeres a las que acompaña. Hablará desde el respeto, ayudará y animará a las madres a tomar las riendas de su lactancia, ofrecerá orientación en la resolución de los problemas y conflictos sin convertirse ella misma en motor de la solución, sino actuando simplemente como chispa o empuje de una acción positiva y de mejora. Ofrecerá a las mujeres herramientas y recursos para sentirse más segura de sus decisiones. Ofrecerá opciones y alternativas, pero nunca caminos cerrados, dejando siempre en manos de los padres las decisiones que afecten a la crianza de su bebé.
  • Dialogante. El 80% del trabajo de la asesora consiste en ver y escuchar. Si no está abierta y receptiva a oír con la mente y con el corazón, no será capaz de establecer un diálogo y su actuación será un monólogo inconsecuente en el que la madre no se sentirá reconocida, escuchada o acompañada. Sentarse al lado de las madres, llorar con ellas, validar sus sentimientos o ayudarlas a buscar un pañal son labores tan gratificantes como reconocer un problema de succión. La asesora de lactancia no debe de dejar que un "buen diagnóstico" le estropee una gran historia. El hecho de saber ver y reconocer un frenillo no implica suspender en escucha o en empatía. A veces un "entiendo que estás pasando por una situación muy dura" ayuda más que una lección magistral sobre un "asimétrico extremo".
  • Paciente. Los bebés no están siempre dispuestos a mamar y las madres no están siempre dispuestas a quitarse la ropa delante de otras mujeres para intentar un afianzamiento espontáneo. La asesora de lactancia siempre debe estar atenta y vigilante y saber cuándo es el momento adecuado para actuar o para sugerir. Aunque eso tampoco implica que la asesora esté acechando cada vez que una madre se saque el pecho para diagnosticar problemas de succión o cualquier otra afección. La madre siempre tiene que dar el primer paso y la asesora no puede hacer el camino por ella, sino solo acompañarla y animarla a lo largo del mismo siempre y cuando la protagonista de la lactancia quiera.
  • Solo asesora. Decía Sofía Bagües en su misma intervención que muchos grupos de lactancia se están convirtiendo en mercadillos. Por mucho que algunas asesoras sean (seamos) doulas, expertas en porteo, monitoras de masaje o profesoras de yoga, en el grupo de lactancia solo somos asesoras y madres. La asesoría es un voluntariado, que se debe realizar en tanto en cuanto ofrece una satisfacción personal derivada de ayudar a personas afines. Jamás la asesoría de lactancia debe tener segundas intenciones ni el grupo de apoyo debe ser una fuente de reclutamiento de posibles clientes.  
Pero una asesora de lactancia no es:
  • Juez. No juzga, no critica, no etiqueta. No debe tratar peor a una madre porque saque un biberón para alimentar a su bebé o distinguir entre lactancias de primera o lactancias de segunda. Su deber es ofrecer opciones y ayudar a las madres a conseguir la lactancia que ELLAS quieren. En ningún caso, la asesora presiona o coacciona a las madres para que se ajusten a un ideal de lactancia con el que no se sientan identificadas.
  • Radical. La asesora de lactancia puede no compartir los estilos de crianza o las decisiones personales de algunas de las madres que acudan al grupo, pero eso no debe influir en su ayuda o actitud hacia las mismas. Cada mujer debe encontrar su camino y nunca es potestad de la asesora tomar decisiones en su lugar o hacer sugerencias no solicitadas.
  • Una hippie, naturista y vegetariana, que no se depila las axilas. Haberlas haylas, como las meigas. Pero las asesoras son mujeres normales, muy formadas, normalmente con estudios superiores y volcadas en la ayuda a los demás. Las hay hippies y las hay que son profesionales de éxito, emprendedoras, directivas o simplemente mamás. Las hay vegetarianas y carnivoras. Las hay depiladas y sin depilar.
  • Acosadora. La asesora debe saber limitar su nivel de implicación en las lactancias ajenas. No debe llamar o buscar a una madre que no vuelve al grupo o preguntarla si operó el frenillo o no. Su papel es tender la mano y ofrecer una ayuda que las madres deciden si aceptar o no.
  • Salvadora de lactancias. Una buena asesora de lactancia entiende que los únicos protagonistas son la madre y el bebé. Ellos son los que deben luchar por su lactancia y adecuarla a sus propias metas e ideales. Ninguna asesora debería considerarse salvadora de lactancias o luchadora en pro de los derechos de los bebés, ya que su papel es el de ayudar, orientar y acompañar.
  • Cirujana, endocrina, alergóloga. Las asesoras de lactancia conocen la posibilidad de operar un frenillo, pero no por ello están capacitadas para informar sobre las ventajas y riesgos de dicha intervención en cada caso concreto. La asesora puede conocer la influencia de ciertas hormonas en la producción de leche, pero eso no la convierte en una endocrina capacitada para evaluar los niveles de prolactina o de tiroxina. La asesora sabe que ciertos componentes de la leche de vaca pueden pasar a la leche materna y producir algún tipo de reacción en el bebé, pero eso no la convierte en una alergóloga. Ni ella debe tomar este papel ni los padres pedirle que lo hagan. Una buena asesora sabe derivar hacia los profesionales sanitarios cuando es necesario, y, con suerte, conocerá a algunos de su entorno con conocimientos y respeto por la lactancia materna.

Y una asesora de lactancia, normalmente, tampoco es:
  • Un teléfono de asistencia 24 horas. Es cierto que cada asesora modula su nivel de implicación en la asesoría y en el voluntariado. Las habrá que solo ejerzan como asesoras en el seno del grupo y las habrá que ofrezcan su teléfono las 24 horas del día para resolver dudas. Pero eso no implica que los "usuarios" de la asesoría deban presionar o exigir a una asesora algo que ella no quiere dar voluntariamente.
  • Un servicio de ayuda a domicilio gratuito. Las asesoras de lactancia somos mujeres con familia, hijos, trabajo y todas las ocupaciones de una mujer cualquiera. Normalmente no podemos dejar a nuestros hijos o nuestro trabajo para desplazarnos a la casa de otra persona a resolver sus dudas o problemas in situ. Es cierto que hay algunos grupos de apoyo que ofrecen este servicio, de manera altruista, a cambio de una tarifa o bien financiados por algún organismo público para ejercer esa labor. Pero eso no implica que todas las asesoras ofrezcan ese servicio o ese nivel de entrega al voluntariado. La madre que quiera una ayuda a domicilio siempre puede contar con una doula para un apoyo posparto más genérico o con una consultora de lactancia, que sí suelen ofrecer entre sus servicios las visitas a domicilio.
Seguro que me dejo muchas cosas en el tintero y que este post será completado y revisado con el tiempo y con vuestras aportaciones, pero hasta aquí llega mi reflexion de hoy para aclarar qué es y qué no es una asesora de lactancia.

viernes, 20 de julio de 2012

Lactancia materna a demanda en la UCIN: ¿Utopía o Realidad?

Concha de Alba, neonatóloga e IBCLC entre otras muchas cosas, participó también como ponente en el V Simposio Internacional de Lactancia Materna de La Liga de la Leche de Euskadi. He tenido la suerte de escucharla hablar en unas cuantas ocasiones y siempre da gusto escucharla expresarse con esas naturalidad y esa pasión de todo lo que implica la introducción y difusión de un paradigma completamente diferente en las unidades de cuidados intensivos neonatales.

Hitos como la obtención del certificado IHAN en el hospital 12 de Octubre o la instauración de los cuidados NIDCAP o que este hospital cuente con una consulta de lactancia materna son pequeñas muestras de todo el trabajo que hay detrás por parte del equipo humano del que ella forma parte.

Su exposición se centró en dilucidar si la lactancia materna a demanda en las unidades de cuidados intensivos neonatales es un mito o puede convertirse en realidad. Y para ello, no hizo una exposición al uso sino que contó una historia: la de la evolución de la política de la UCIN del 12 de Octubre.

Parte I: Ser o no ser
De Alba empezó su cuento, como todos deben empezar, con el protocolario "Erasé una vez". Pero en lugar de hablar de sapos y princesas o de sastrecillos y guisantes, ella habló de un hospital. Un hospital lleno de buenos profesionales, con ganas de ofrecer calidad asistencial basada en la evidencia científica, que empezaron a preocuparse al darse cuenta de que en su maternidad había muchos niños que no lactaban.

Para debatir el problema se creó un comité, que decidió trabajar con una herramienta más eficaz que cualquier hechizo mágico: los 10 pasos de la IHAN. Y es que estaban convencidos, porque la evidencia científica así lo demostraba, de que no había ninguna otra intervención o actuación que pudieran llevar a cabo que tuviera un mayor efecto en la prevención de la enfermedad. Ni tan siquiera las vacunas. 

Pero tenían que tener cuidado de no cuadricular demasiado todas estas actuaciones, ya que la lactancia materna no es simplemente una técnica o un protocolo, sino muchísimo más: una experiencia llena de vida y amor, que se toma gota a gota y piel con piel. Es única e irrepetible y tiene impacto tanto sobre el desarrollo del bebé como sobre la vida de la madre.

Parte II: Viviendo la crisis
Érase una vez un hospital con una puerta abierta; aunque a ratitos. En la unidad al principio la puerta estaba solo medio abierta porque había todavía personas que se resistían a invitar a las madres a ir a cualquier hora, del día o de la noche. Quizá, narró Concha de Alba, el problema era que les daba verguenza que les pudieran encontrar charlando en el pasillo o echados en un sofá. Hubiera resultado vergonzoso que todos estúvieramos charlando o durmiendo, pero no era así. Y el hecho de ir asumiendo la normalidad y naturalidad de todo ello fue la clave para poder tener la puerta abierta las 24 horas del día. Todo ello, de la mano de la certificación como centro NIDCAP, adecuando los estímulos a las necesidades de los prematuros e invirtiendo en la tecnología punta para el cuidado de prematuros: los cuidados madre canguro.

La evidencia científica, esa gran hada madrina de los grandes logros hospitalarios, dictaba, además, que era beneficioso que las madres estuvieran asesoradas durante el ingreso de su bebé en la UCI por personas con experiencia, que jugaran el papel de promotoras expertas, colaboradoras, educadoras, facilitadoras, investigadora y consultoras en cuanto a políticas institucionales.

El papel de la asesora es esperar, cuidar, entender, dotar a la madre de autonomía, cuidarla con competencia gracias a la formación continuada, mantener la confidencialidad con la madre atendiendo a su situación de vulnerabilidad. Las madres no solo necesitan información, sino también gestos, caricias, apoyo en la distancia y silencio, porque todo ello contribuye a que se sientan acompañadas y queridas.

III parte: ¿Principio o fin? 
El final de la historia que relató De Alba no es un final, sino un principio: Érase una ez un hospital con una puerta abierta, no solo físicamente, sino en el corazón de muchos profesionales, para coseguir en un futuro un inicio mejor para todos los bebés que allí nacían.

Y es que el impacto de todas las acciones implantadas se ha podido costatar y medir en la mejora de los resultados de lactancia, la disminución de los costes, el aumento de la satisfacción de los padres, un posicionamiento de liderazgo de la institución en su sector y una mejora en los programas y políticas de lactancia.

Esta entrada está dedicada a Elena y a Nico, que han podido disfrutar del final feliz de esta historia como telón de fondo para el principio de la suya.

viernes, 17 de febrero de 2012

Empoderamiento y lactancia

Hablar de empoderamiento de la mujer en el ámbito de la sexualidad y la salud reproductiva nos remite, principalmente, al parto y al movimiento que reclama que la protagonista de un momento tan íntimo e importante sea la propia mujer. Empoderamiento, en este ámbito, es el proceso por el que la mujer adquiere o recupera la confianza en si misma, en su cuerpo y en su capacidad para tomar decisiones y llevar las riendas de su vida.

Este empoderamiento adquiere una importancia fundamental en el parto, porque no hay ningún otro acontecimiento en la vida femenina que cambie más la autopercepción y la concepción del mundo que nos rodea que el momento del parto como culmen del proceso de gestación y creación de una nueva vida.

Una mujer empoderada es una mujer confiada, que no necesita delegar sus decisiones en terceras personas, que se responsabiliza de su salud y de la de su bebé.

El espejo de la lactancia
Aunque se hable del empoderamiento sobre todo en el ámbito del parto y evaluando la calidad de la atención obstétrica, lo cierto es que la lactancia también juega un papel fundamental en el empoderamiento de la mujer. En el caso de que haya tenido un parto acorde con sus expectativas, la lactancia supone un paso más en la autoconfianza de la mujer. Pero en el caso de que la mujer haya vivido el alumbramiento como un acontecimiento en el que ha perdido el control y las riendas de su vida, la lactancia puede ser el bálsamo que la ayude a reconciliarse con su propio cuerpo y a recuperar el protagonismo de su cuerpo, su vida y sus decisiones.

Considero que es importante que todas las personas relacionadas con la lactancia (profesionales sanitarios, pero también asesoras de lactancia o doulas, por ejemplo) estén familiarizadas con este término y este proceso, ya que contribuirá a que la relación con las madres se oriente al empoderamiento y no al empobrecimiento de su autopercepción.


Manos fuera
Cuando inicié mi formación como asesora de lactancia, me llamó poderosamente la atención el hecho de que se nos instara a guardar las manos en los bolsillos a la hora de tratar con las madres. No me entraba en la cabeza que si había que corregir la postura o el agarre no se pudiera tocar a la madre o al bebé para demostrar fácilmente cuáles eran los cambios o las mejoras a conseguir. Sin embargo, y a pesar de mi dureza de mollera, he terminado captando el mensaje. Cuando una mujer ayuda a otra a hacer las cosas por si misma, la está capacitando para repetir esa misma acción miles de veces. Cuando una mujer hace las cosas por otra mujer, solo está abonando el terreno para mayor inseguridad y está permitiendo que esa madre se vaya a casa pensando que necesita ayuda externa para amamantar. Tan simple como el dicho popular de dar pescado o enseñar a pescar.

Cualquier persona que ayude o asesora a una madre en su lactancia debería pensar en "enseñar a pescar" y no en dar pescado a esa mamá. Es muy común, cuando alguien nos cuenta su lactancia o sus inicios, que nos diga que hubo una enfermera muy maja que le colocó al bebé o le "enganchó" al bebé y logró una toma buena. Normalmente lo cuentan como agradecimiento, pero al final lo que a esa madre se le queda es que esa enfermera participó activamente y no el sentimiento de "yo logré" aunque fuera con su ayuda. No hay más que prestar atención a cómo está formulada la frase ("me enganchó", "me colocó") para ver que la madre es el sujeto pasivo en toda la situación... Y, desde luego, una madre pasiva no es una madre confiada y/o autosuficiente.

El camino largo
Empoderar a una madre también significa prestarle atención verdadera. Escuchar lo que nos dice y lo que no nos dice y dar validez a sus preguntas e inquietudes. En cualquier conversación sobre lactancia materna es fácil saltar afirmando que "es un mito que unas madres tienen mucha leche y otras poca leche" cuando una mujer nos transmite inquietud sobre su capacidad para satisfacer las demandas de su hijo. Lo complicado es mirarla a los ojos, escucharla con el corazón e indagar en la causa de su inquietud, preguntando con paciencia, explicando con dulzura y deshaciendo poco a poco la madeja que la ha llevado a percibir que algo va mal en su lactancia. Es difícil, pero no inalcanzable, como asesoras voluntarias o profesionales de lactancia debemos tratar de dar ese paso y ofrecernos cercanas y disponibles para resolver hasta las dudas más nimias, porque de ese modo estaremos contribuyendo al empoderamiento de las mujeres que se acercan a nosotras a través de su lactancia.

Hay estudios que constatan que cuando una madre es atendida de esta manera (manos fuera, empatía, empoderamiento), se siente dueña de su lactancia, capacitada para decidir y, normalmente, amamanta durante más tiempo. Una madre empoderada toma las riendas de su lactancia, se implica en el proceso del amamantamiento y lo disfruta, de manera que es un ladrillo más entre los muchos que contribuyen a su crecimiento personal.

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