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viernes, 12 de abril de 2013

Reclamando que es gerundio

Las madres somos las que vivimos en nuestras carnes las buenas o malas praxis durante el parto, el respeto o falta de él en la atención médica... Y por eso está en nuestras manos cambiarlo. Madres y mujeres reunidas en torno a asociaciones con El Parto es Nuestro han sido uno de los motores del cambio de paradigma que se está viviendo en la atención obstétrica en España. Los grupos de apoyo a la lactancia organizados por madres también son uno de los principales agentes del cambio para la promoción y el apoyo a la lactancia materna.

Pero también, individualmente, está en nuestra manos el cambio. Estoy en el comité de lactancia de un hospital de mi zona y me harto de ver allí a algunos "responsables de servicio" que piensan que sus unidades de neonatos son de puertas abiertas o que en sus maternidades no se dan biberones a los bebés sin indicación médica... Y, después, en el grupo de apoyo de madres no hago más que escuchar a madres que son invitadas a abandonar a su hijo entre tomas, a dejarlo en la cuna (obviando los beneficios de los cuidados canguro e insinuando que los bebés no crecen si se les coje en brazos) o a las que incluso se les prohíbe directamente ir a las tomas de la noche.

Un hospital en el que, supuestamente, se están acreditando para ser un centro IHAN y parece que no han asumido que esta iniciativa, además de relacionada con la lactancia supone un compromiso profundo y real con la humanización del nacimiento... Y en el grupo de apoyo las madres me cuentan como rompen bolsas sin razón aparente que la de "acelerar" el parto y no se cortan de hacer Kristellers.

Por eso, últimamente, recomiendo a las madres que reclamen. Que se acerquen a las unidades de atención al paciente y/o al usuario y que reclamen, que dejen constancia por escrito de todas estas cosas y que usen esta vía para reclamar sus derechos como madres y como pacientes. Todo ello, amparadas por la ley, pero también por la estrategia de atención al parto normal del Ministerio de Salud, por la autonomía del paciente y por la evidencia científica.

Porque muchas veces los responsables de servicio solo obtienen una visión complaciente de lo que pasa en sus unidades y no tienen ninguna constancia de que el día a día sea distinto. Porque la única manera de cambiar una realidad es colaborar todos juntos. Porque callar solo contribuye a perpetuar estas prácticas y a legitimarlas. Porque no hacer nada y dejarse hacer da alas a los que se oponen al cambio, a los que piensan que así se ha hecho toda la vida y no ha pasado nada....

Y no solo hay que reclamar en los hospitales o centros de salud en los que queda mucho por hacer. También hay que hacerlo en los que tienen la acreditación IHAN, por ejemplo, porque muchas madres viven experiencias muy alejadas de la "humanización del nacimiento y la lactancia" en estos centros. La última de la que he tenido constancia, una madre que acude a urgencias a un hospital con calificación IHAN por dolor al amamantar y a la que se le administra Cabergolina para suprimir la lactancia y se le venda el pecho con la recomendación de abandonar la lactancia sin su consentimiento y sin explicarle nada.

Para las personas que han tenido una experiencia no acorde con los principios de la iniciativa IHAN en cualquiera de los centros acreditados, tiene una vía adicional para dejar constancia, a través del formulario enlazado en esta página.

Y, obviamente, la parte contraria también es cierta. Igual que podemos reclamar, hay que felicitar públicamente y por escrito a los profesionales que han destacado por su empatía, su atención, su lucha contra viento y marea por proporcionar una atención al parto humanizada.

Yo tengo una larga reclamación escrita y pendiente de enviar al Hospital Universitario de Móstoles con respecto a mi última experiencia allí. Se trata de dejar constancia de todo lo negativo (que fue bastante), pero también de dejar constancia de lo poco positivo, para ver si los gestores se dan por aludidos y deciden premiar la excelencia y retirar su apoyo a la negligencia... Pero eso es motivo de otro post que tengo pendiente, de momento me ando peleando con ellos para que me den todos los datos de mi historia clínica.

martes, 22 de mayo de 2012

Héroes o villanos

Perdónenme mis comadres, pero últimamente
estoy algo monotemática con el tema superhéroes...
¿Será por el estreno de Los Vengadores?
Hoy reflexionaba sobre la Semana Mundial del Parto Respetado, que comienza hoy, y me venían inevitablemente a la memoria escenas del nacimiento de mis dos hijos que, inexplicablemente, se han ido ligando a otras escenas vividas en hospitales o centros de salud y relacionadas con mi función de "paciente mujer" o "paciente madre"... Y he llegado a la conclusión de que, más allá de protocolos o estrategias de atención al parto normal, lo que determina nuestra vivencia y el grado de satisfacción con la asistencia recibida en estos casos es la actitud de las personas que nos han atendido.

Han pasado por mi mente las actuaciones de matronas que rompían la bolsa amniótica sin dar ninguna explicación, entendiendo, en parte, que el hecho de no decirte lo que van a hacer no es solo parte de una atención en la que la madre juega un papel secundario, sino que también es un modo de escudarse de posibles réplicas... Me explico. Yo reflexionaba sobre cómo podía ser que habiendo ido a mis partos tan "informada" y "leída", luego hubiera resultado que me hubiera dejado hacer de todo, incluso con reincidencia (en el caso de mi segundo parto). Y yo tenía muy claro que no quería que me rompieran la bolsa, pero es que a mi en ningún momento me dieron ni el más mínimo resquicio para explicarlo y cuando me di cuenta ya era cosa hecha. No pude protestar porque en ningún momento se me explicó el procedimiento que se iba a hacer.

Práctica cuestionables
Igual que cuando en urgencias un ¿médico? me dijo "Y ahora la mamá se va fuera" sin dignarse ni siquiera a mirarme o a darme ninguna explicación mientras le daban un par de puntos a mi hija. O igual que cuando las únicas indicaciones que me han dado en mis revisiones ginecológicas más recientes han sido "Súbete aquí y baja hasta el borde de la camilla", por parte de ginecólogas (sí, sí, mujeres en todos los casos), que ni se han dignado a avisarme con las sencillas frases de "ahora voy a introducir el espéculo" o "voy a comprobar la situación del cuello del útero" o "ahora vamos a hacerte una ecografía vaginal". No, en todos los casos han dispuesto de mi zona genital como si yo no estuviera allí, esperando una docilidad extrema por mi parte.

¿Y qué tiene que ver todo esto con el título de mi post? Pues que al hilo de todas estar reflexiones inconexas me ha dado por concluír que muchos profesionales sanitarios se ponen la bata blanca igual que muchos superhéroes se ponen su traje para prestar servicio a la sociedad. Solo que en su caso, más allá de los juramentos hipocráticos, tienen que decidir si su actitud es la de superhéroes o de supervillanos.

Poder y responsabilidad
No olvidemos la mítica frase que oía Peter Parker de los labios de su tío Ben: "Un gran poder conlleva una gran responsabilidad". Y esto es lo que muchos de estos profesionales no entienden, la parte de la responsabilidad. Que no consiste solo en realizar pruebas o procedimientos quirúrgicos con mayor o menor grado de éxito, sino que también han de responsabilizarse de sus maneras, de sus modos y de cómo todo ello puede afectar a la vivencia de las personas que pasamos por sus manos, como "pacientes mujeres" o "pacientes madres".

Y es que recientemente me he cansado de oír a supuestos profesionales hablando entre sí, como si yo fuera un cuadro o un muñeco de prácticas que ni ve, ni oye, ni habla, prestándome solo atención y mirándome directamente al inicio de la visita y al final, como si una vez que me hubiera bajado las bragas y apoyado el culo correctamente en el borde de la camilla hubiera dejado de tener entidad de persona, para convertirse solo en un trozo de carne.

Esos son para mi los villanos o supervillanos de toda estar historia truculenta que nos toca vivir a muchas mujeres. Personas con un gran poder y una gran responsabilidad, pero que se parapetan tras su "supertraje", tras su bata blanca, para actuar de una manera fría, impersonal, orientada solo al resultado final, y sin pensar en los medios y en las consecuencias que su manera de actuar puede tener en las mujeres a las que atienden en momentos delicadísimos de su vida sexual, afectiva, reproductiva o psicológica.

Superhéroes de barrio
Lo bueno es que los supervillanos no tendrían sentido sin los superhéroes o héroes que hacen su oposición. Que se sitúan en el lado opuesto de la balanza en la dicotomía clásica entre el bien y el mal, el ying y el yang. Y esos son los profesionales que normalmente no necesitan una bata blanca tras la que esconderse, que te miran directamente a los ojos, que tienen una palabra dulce o de consuelo en el momento apropiado, que se pelean contra viento y marea por cambiar el sistema, por salir de la inercia que les rodea y actuar de manera diferente.

No sé si son héroes de tragedia o superhéroes de barrio, pero su mérito es doble ya que no solo hacen bien su labor, empoderando a las madres, sino que sus buenas prácticas ponen, además, de relieve los métodos nocivos y anticuados que otros intentan hacer pasar por "protocolos" o "necesidades del servicio". Son matronas que se certifican como IBCLC y se convierten en una auténtico nodo de redes locales de madres, son enfermeras que se paran el tiempo suficiente como para escuchar y empatizar con una madre, ginecólogos que confían en la capacidad del cuerpo femenino para gestar, parir y volver a empezar, auxiliares que sonríen a tu hijo cuando más lo necesita, pediatras que ponen en marcha webs de referencia internacional sobre la compatibilidad entre medicamentos y lactancia materna.

La responsabilidad de "calzarse" una bata blanca en el trabajo no consiste solo en conseguir un diagnóstico o realizar un tratamiento adecuado, sino que también hay que hacerlo respetando la integridad física y emocional de los pacientes/clientes y sus acompañantes, manteniendo una comunicación fluida, dejando que el paciente sea un participante activo de todo el proceso, colocándose en el mismo plano (el de las personas) y convirtiendo todo el proceso en un diálogo más que en un monólogo.

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