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Una foto muy especial, salida del objetivo
de Rebeca López, de Kisikosas. |
Síndrome de la asesora de lactancia: dícese de cuando una madre asesora de lactancia es experta en diagnosticar problemas de lactancia en otras mujeres, y en darles tanto apoyo moral como opciones para resolverlos, y en cambio no es capaz de ver o diagnosticar los problemas en su propia lactancia.
Hasta ahora siempre me había enfrentado a este fenómeno en cabeza ajena... Es decir, yo era la asesora que ayudaba a otras compañeras a descubrir algún problema o sugiriendo opciones que no se habían planteado por si mismas... Y asumiendo que para analizar una situación delicada o problemática siempre hay que tomar una distancia, física y emocional, no entendía demasiado bien por qué no podían ver por si mismas lo que para mí resultaba evidente a simple vista.
Pero no hay más lección de humildad que vivir el proceso en tus propias carnes. Y con el nacimiento de Erik he tenido oportunidad de vivir el síndorme de la asesora de lactancia con gran intensidad. Vamos, que es de estas veces que el destino te hace un "zas, en toda la boca" de libro. Y es que no hay como un hijo para desmontarte todas las expectativas del mundo.
Nada más nacer me pusieron a Erik encima en piel con piel... durante unos cinco minutos y enseguida se lo llevaron. La separación cero que promulga Nils Bergman (que de eso os hablaré otro día) no se cumplió en nuestro caso, pero era justificado porque había sospecha de ciertas patologías en el bebé que había que confirmar o descartar cuanto antes.
Lo bueno es que todo esto pasó en un hospital, el 12 de octubre, donde las unidades de neonatos son de puertas abiertas las 24 horas para padres... Lo malo es que, aunque yo no estaba en ninguna "reanimación" o similar, no me "dejaban" ir a ver al peque hasta que me subieran a planta y allí me dieran el OK. Entre unas cosas y otras se me pasaron tres horas, en las que cada poro de mi piel me pedía estar con mi bebé y ni una sola neurona se encargó de recordarme que lo mejor mientras esperaba era empezar a extraerme leche para dar a mis pechos la estimulación que el bebé no estaba haciendo directamente.
Cuando por fin nos reunimos, Erik estaba ya en la fase "bello durmiente" y apenas se enganchó al pecho... Y yo de nuevo tenía las neuronas plácidamente también en fase "bellas durmientes" y tampoco pensé en extraerme. Sí pensé en ponerlo en piel con piel, pero estábamos en una incómoda silla, al lado de una puerta, en un sitio con bastantes corrientes y con poca tranquilidad e intimidad. No era el ambiente idóneo para un encuentro, pero el subidón del estar juntos lo compensó todo.
Esa noche tuvieron que ingresar al peque de nuevo en neonatos, con tan mala suerte que nos tocó la enfermera nazi que nos prohibió el acceso a la zona de "transición" donde estaba Erik y se inventó que estaba "nauseoso" para negarnos bajar a "la toma de las tres" y tener la condescendencia de permitirnos ver a nuestro bebé en "la toma de las seis". Y de nuevo, en ningún momento la extracción se me pasó por la cabeza.
Entre tanto, mi peque tuvo que enfrentarse en solitario a varias pruebas y pinchazos que, entre unas cosas y otras, llevaron a la situación del día siguiente: Erik rechazaba el pecho. Había poco calostro, el pecho apenas había estado estimulado (en 24 horas solo mamó entre las ocho de la tarde y las 12 de la noche a demanda y una toma más a las seis de la mañana) y Erik terminaba sacando todas las frustraciones y llantos del día cuando estaba en la teta.
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Al tercer día de vida de Erik (segundo
día de extracción intensiva) ya conseguía
sacar algo menos de 20 ml de calostro
entre ambos pechos. |
A última hora de nuestra segunda tarde parece que las neuronas empezaron a funcionar de nuevo y se me ocurrió preguntar por un extractor. También cabe decir que, en todo este tiempo, nadie me lo ofreció, ni me aconsejó extraerme, ni me dio un buen consejo al respecto... aparte de la consabida pregunta de "¿Tienes leche?", que uno consideraría proscrita en un hospital IHAN,
Y ahí estábamos al día siguiente; mientras José Mª Paricio-Talayeron daba una charla sobre bebés que rechazan el pecho, yo estaba viviendo en mis carnes de madre puérpera la crudeza de la situación en la que tu bebé se pone a llorar como si le estuvieras matando con solo acercarle al pecho... ¡¡¡Si hasta podrían haberse acercado al hospital a hacer el caso práctico con nosotros!!!
En fin, que, una vez la neurona empezó a funcionar, terminamos dando con nuestra propia solución: estimular todo lo posible la producción con extracción en sacaleches y usar el calostro extraido (5 0 10 ml a lo sumo) para dárselo en jeringuilla antes de volverle a poner al pecho. Darle un suplemento de leche extraída era la única manera de volverle a poner en modo "cooperativo" después de iniciar una de sus "peleas con el pecho".
Y, con las neuronas ya puestas al 100%, se me ocurrió aprovechar lo que no quería ya del suplemento para (usando la jeringuilla con sonda que empleaban para extraer la leche del biberón usado en el extractor) introducir la sonda por la boca mientras estaba en el pecho e ir inyectando pequeñas cantidades cuando él dejaba de mamar. Haciendo esto, pensaba yo, conseguía que comiera satisfactoriamente de nuevo al pecho y que la experiencia fuera positiva. ¡¡¡Y funcionó!!! Además, unas 24 horas después, y supongo que gracias a toda la extracción y a que la maquinaria del cuerpo se puso a funcionar de nuevo, tuve una gran subida de leche y Erik comió como un campeón.
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Primero le suplementaba con la jeringuilla
(sin sonda) y luego ya aceptaba mamar al
pecho. Yo introducía la sonda por la comisura
del labio e iba inyectanto pequeñas cantidades
para animarle a mamar (de manera similar a lo
que se consigue con la compresión mamaria). |
Tuvimos algún pequeño bache después (aunque ahí yo dudo de si fue bache o que el peque estaba molesto, incómodo o le dolía algo) y lo solucionamos de nuevo a base de extracción, después de las tomas, para incrementar la producción.
Y bueno, esta experiencia me ha enseñado bastantes cosas:
- Que el síndrome de la asesora de lactancia existe porque cuando estás centrada en tu puerperio y en tu bebé es imposible tener una actitud analítica e incluso lo más evidente ni se pasa por tu cabeza. Yo he aconsejado a decenas de madres que se empezaran a extraer cuanto antes si las separaban de sus bebés y yo no fui capaz de verlo y hacerlo por mi misma.
- Que el síndrome de la asesora de lactancia es doblemente doloroso. Cuando tienes problemas en tu lactancia y eres una supuesta "experta" en lactancia, resulta doblemente frustrante verte impotente ante todos los problemas que van surgiendo.
- Que el hecho de dar a luz en un hospital IHAN no garantiza que vayas a tener un buen asesoramiento en lactancia y que, a pesar de la formación, entre el personal de estos hospitales persisten muchos mitos y errores al respecto.
- Que toda la confianza del mundo no es suficiente cuando existe un problema.