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viernes, 24 de mayo de 2013

TODOS los PARTOS deberían ser RESPETADOS

Foto de Bellypainting Madrid

Estamos en la Semana Mundial del Parto Respetado. No es que lo note mucho, total, la mayoría de mis contactos en las redes sociales, de mis fans, followers, followeados y mis gurús siempre estamos dándole caña a los mismos tema y el PARTO RESPETADO, así, con mayúsculas, es una de ellas.

Llevo dilatando mucho tiempo contar la experiencia del parto de Mi Pequeña Flor. Fue terrible, machacante, tanto para mí como para mi marido. Creo que ya lo he contado alguna vez, pero me repito:

Si los partos normales, con bebés a término, tienen que ser respetados, creo que los partos en caso de pérdida gestacional lo deberían ser más. Si el trato a la madre debería ser exquisito mientras pasa por la experiencia de dar a luz a su esperado bebé, más aún debe serlo cuando la mujer se enfrenta al terrible momento de despedirse para siempre de ese bebé cuyo corazón se ha parado antes de nacer. La mujer que vive una pérdida gestacional pasa por un momento terrible de pérdida y tristeza y, si la experiencia vivida en su parto es negativa, la huella, el surco de dolor y tristeza será más hondo aún.
La madre cuyo bebé nace muerto no experimenta "el mayor pico de oxitocina de toda su vida reproductiva", no tiene bebé al que abrazar, no tiene un cóctel hormonal que le permita "olvidar" las malas experiencias vivida y, además, en demasiadas ocasiones, se choca contra la indiferencia o la negación a su dolor por parte de amigos, familiares, profesionales y la sociedad en su conjunto.

Hace poco debatía con la jefa de servicio de ginecología del Hospital Universitario de Móstoles la experiencia de mi último parto. Ella me preguntaba qué tipo de "restitución" quería. La pregunta en si misma tiene tela, pero la respondía que lo que quería era que nadie volviera a pasar por lo mismo por lo que yo había pasado. Y ella, a su vez, me dijo que yo no podía convertirme en juez de lo que quieren las demás mujeres.

"Por eso mismo", le dije yo. "Por eso hay que escuchar a las mujeres y respetar sus deseos. Si una mujer, ante una pérdida perinatal, quiere un legrado, está en todo su derecho de exigirlo y que la decisión sea RESPETADA. Si una mujer, en el mismo caso, desea y pide en repetidas ocasiones que le permitan alumbrar la placenta por si misma y que le den tiempo, la decisión debe ser igualmente RESPETADA".

La clave, como en todo, es el RESPETO. Respeto que eché de menos en abundancia en muchos momentos de mi último parto. Porque si fue doloroso perder a mi hija, más aún fue hacerlo en un ambiente hostil, poco empático, en el que todo fueron trabas para despedirme de mi hija y no se respetó mi autonomía como paciente.

Os dejó una carta que "parí" con dolor pero precisamente por RESPETO a mi misma unos días después de mi experiencia. Y que por RESPETO a mi misma, remitiré hoy también por cuantos canales sea posibles a las instituciones sanitarias madrileñas.


Estimados señores:

El pasado viernes, 1 de febrero, me diagnosticaron en la consulta de ginecología de su hospital que la bebé de 21 semanas que estaba gestando ya no tenía latido. Era algo esperado, y estábamos preparados para la situación, dentro de lo que cabe. Les envío esta carta para expresar mi más profundo agradecimiento a algunos de los profesionales que me atendieron durante mi estancia de dos días en su hospital para la inducción del parto.

Javier, matrón de su servicio, por su actitud comprensiva y colaboradora. Nacho, el matrón que nos atendió en las urgencias de ginecología, por su extrema sensibilidad en un caso como el nuestro, su apoyo, su amabilidad constante y su trato humano y muy cercano. Solo tengo buenas palabras también para el resto del equipo con quien tuvimos contacto en la zona de urgencias de ginecología. Ginecólogos, residentes, matrones, auxiliares, nos informaron de todo el proceso, todas las pruebas y pasos a seguir, nos preguntaron por nuestras preferencias, escucharon nuestras indicaciones y fue un bálsamo sentirse tan bien atendido y arropado por los profesionales sanitarios de su hospital en una situación tan complicada desde el punto de vista emocional.

La pena es que esto duró solo unas pocas horas. En cuanto nos pasaron a planta, la situación fue bastante diferente. En primer lugar, nos pusieron en una habitación con una paciente de post-operatorio. Que no es el caso hablar de tener que compartir habitación o no, pero una mujer que se enfrenta al diagnóstico de un bebé sin latido y con un parto por delante, necesita un poco de intimidad para preparar su cuerpo y elaborar su duelo. Maxime cuando ahora, en su hospital, presumen de ofrecer habitaciones individuales para las madres recientes. Claro, las madres de bebés muertos, al parecer, no merecemos esa consideración.

Ya no era solo la falta de espacio para la deambulación en la propia habitación sino que, sin saber demasiado bien por qué, estuve todo el rato con suero puesto pero con un pie que no rodaba y que no me permitía moverme a ninguna parte… Literalmente me tenía que llevar el pie que sostenía el suero en vilo para ir al baño, así que simplemente pasear por el pasillo era impracticable. Las enfermeras me repitieron en varias ocasiones que no me podían traer otro porque "todos estaban igual". Si necesitan fondos para este apartado, asúmanlo y pídanlos ya que pequeñas cosas “insignificantes”, como la falta de movilidad debido a la ausencia del equipo adecuado, son las que convierten una experiencia negativa en algo peor y, obviamente, también disminuyen radicalmente los niveles de calidad asistencial percibidos por los pacientes.

Llegó el momento del nacimiento de nuestra hija. Fue en el baño, estaba sola y no me preocupaba. Cogí a mi pequeña de entre mis piernas y fuimos a la cama a esperar que llegara la ginecóloga. Pedí que me colocaran a mi pequeña encima y no voy a criticar las caras de disgusto que me pusieron, eso es personal de cada uno, pero sí que empezaran a decirme que “eso es mejor no verlo”.

Y eso es ya lo que me parece discutible. Porque el personal que atiende a las madres en situaciones como la nuestra debería tener, si no respeto, al menos un poco de formación en “atención al duelo” y en tratamiento a pacientes que se enfrentan a la muerte gestacional o perinatal de su bebé. No es que sean expertos, pero al menos deberían tener algunas nociones… Más teniendo en cuenta que hay asociaciones que ofrecen esta formación  manera gratuita.

Y porque no entiendo la diferencia entre esta actitud y la que nos encontramos entre el personal de urgencias, que aceptó y respetó nuestro derecho a despedirnos de nuestro bebé cuando naciera. O al menos así lo afirmaron cuando les comentamos nuestro deseo de hacerlo.

Solo la ginecóloga aceptó colocarme a mi bebé encima cuando llegó, después de cortar el cordón. No me querían dejar tocarlo, porque tenía que ir a “anatomía patológica”… Y perdónenme que no lo entienda, pero creo que la autonomía del paciente me cubre hasta el punto de decidir qué quiero hacer con los restos mortales de mi bebé. Nadie puede decidir por mí y menos todavía estar autorizado a llevarse los restos de mi hija sin mi consentimiento. Les recuerdo que, a día de hoy, vds. no tienen ningún papel firmado donde yo de mi consentimiento para tal hecho y en ningún momento se me informó de ello.

Pero, soslayando este extremo, me parece muy poco adecuado que después de parir sola y sin asistencia a mi bebé en un baño, de cogerlo con mis propias manos y llevarlo hasta la cama en una toalla… Que después de todo eso me digan que no puedo tocarlo. Desde luego, hay algo que no cuadra en este panorama.

Por otro lado, tampoco me parece adecuado que tuviera que “exigir” que dejaran pasar a mi marido para ver a nuestro bebé. Y tampoco me parece procedente que en una situación de fragilidad como la nuestra, teniendo en cuenta la situación que estábamos pasando, tuviera que “exigir” que nos dejaran a solas para despedirnos de nuestro bebé (acuérdense de que estábamos en una habitación compartida, así que lo de la intimidad era relativo).

Quizás lo peor de toda mi experiencia en su hospital fue lo que vino después. El hecho de que me hubieran hablado de la posibilidad de hacer un legrado si el útero no se vaciaba bien o quedaba algún resto, no indicaba que yo diera mi consentimiento a esta intervención. De hecho lo único que yo firmé fue un consentimiento informado para una inducción y un formulario para pedir el misoprostol al departamento de farmacia.

Sin embargo, cuando la ginecóloga llegó después del nacimiento del bebé me dijo que directa a quirófano para alumbrar la placenta y hacer un legrado. Le pregunté si no podíamos esperara a otra contracción para el alumbramiento, darme tiempo, pero todo fue no, no y no, sin darme ninguna explicación ni argumento médico… Y allí me vi yo, en un quirófano a las tantas de la madrugada, sin haber dado mi consentimiento para ello (y mi marido tampoco, me enteré después) y encima con anestesia general. Ahí ya ni me molesté en protestar o preguntar, ya que el ninguneamiento a  mis deseos como paciente había llegado al extremo. Claro, ¿para qué me van a preguntar a mí que soy el sujeto “paciente” y el objeto de la intervención si alguien puede tomar la decisión por mí?

Me preocupa el tema de los consentimientos informados. Me preocupa que en su hospital y en su servicio de ginecología y obstetricia se tomen este tipo de cosas tan a la ligera. Me gustaría que me aclararan si esto es lo normal o si en mi caso se cometió un grave error, ya que la clínica tampoco era, desde mi punto de vista, tan grave como para justificar este tipo de acciones sin mi consentimiento. Y me preocupa más todavía que se haga aprovechando una situación de fragilidad y de indefensión extrema.

De hecho, en la página web de su hospital tienen colgada la siguiente información con respecto al consentimiento informado:

CONCEPTO
Toda actuación en el ámbito de la salud de un paciente necesita su consentimiento libre y voluntario, una vez recibida la información y que haya valorado las opciones propias del caso.
El consentimiento será verbal por regla general. Sin embargo, se prestará por escrito en los casos de intervención quirúrgica, así como cualquier exploración que comporte riesgo o inconvenientes para su salud.
El paciente puede revocar libremente por escrito su consentimiento en cualquier momento.

LÍMITES
Rechazo explícito de toda información por el paciente.
1.    - Grave peligro para la salud pública.
2.    - Situación de urgencia real y grave que no permite demoras.
3.    - Imperativo legal.
4.    - Incompetencia / Incapacidad del paciente.

Como verán, la situación que les detallo no está incluida en ninguno de los límites mencionados y, tratándose de una intervención quirúrgica y contando con mi rechazo verbal a dicha intervención, no le veo el sentido por ningún lado.

También me ocasiona gran inquietud el hecho de que, una vez en reanimación, se informara a mi marido de que me subirían a la habitación a las tres de la madrugada y me dieran allí casi las cinco de la mañana porque no había ningún celador disponible para subir mi cama a la habitación. ¿De verdad funciona un hospital con un solo celador disponible en turno de noche? ¿Realmente si se solicita un traslado hay que esperar hora y media? A algunos esto les puede parecer un dato "banal", una exigencia vacía. Pero les puedo asegurar que después de pasar por una intervención quirúrgica no consentida, por una situación total de indefensión, pasar dos horas más de la cuenta a una cama atada con máquinas, sin que nadie te de una explicación y solo porque hay un único celador de servicio, pues no es algo que nadie se tome con paciencia o filosofía.

Y bueno, ya para rizar el rizo, está el tema de la lactancia. Estoy bastante informada y formada sobre lactancia materna. Soy asesora de lactancia y llevo como voluntaria varios grupos de apoyo para madres. De hecho, colaboro en el comité de lactancia materna de su hospital en calidad de representante de las madres, con el objetivo de contribuir a mejorar las tasas de lactancia y la experiencia de madres y bebés en el inicio de la alimentación en su hospital.

Expresé, y así se anotó en el historial, mi deseo de que no se me administrara Dostinex (cabergolina) para inhibir la lactancia ya que sigo amamantando a uno de mis hijos. Una de las enfermeras del turno de noche tuvo la ocurrencia de decirme que me pusiera un sujetador y que cuando llegara a casa me pusiera otro que me quedara muy apretado para que no me subiera la leche. Yo le dije que no se preocupara, que era perfectamente capaz de gestionar mi lactancia y me respondió de manera muy autosuficiente que era “su obligación” informarme… Y esto ya roza lo patético, porque esta señora da consejos que no están basados en evidencia científica (vamos, que solo le faltó decirme que me vendara los pechos), que no sirven para nada más que para provocar una obstrucción o una mastitis en el caso de que suba la leche y encima lo hace como si ella estuviera en posesión de una verdad absoluta cuando solo actúa en base a información basada en mitos y prejuicios que, hasta donde yo sé, no deberían ser el fundamento de la práctica sanitaria.

Desde luego que en el comité de lactancia de su hospital se ha abordado la necesidad de formación en lactancia materna para los profesionales que trabajan en el hospital, pero es que mi experiencia directa en este sentido no hace más que corroborar esta necesidad, pero también la de que se trabajen desde las bases conceptos tan básicos como el respeto, la autonomía del paciente y el empoderamiento…Temas que quedan muy bonitos  sobre el papel, pero que se quedan en agua pasada en la práctica diaria, por lo que se ve.

En fin, que después de esta experiencia, mi tercer parto en sus instalaciones, he constatado que se ha avanzado mucho en algunos aspectos y me llena de satisfacción que haya profesionales tan orientados hacia el cuidado y el sostenimiento de la madre embarazada y puérpera, como los que me encontré en la primer parte de mi experiencia hospitalaria. Sin embargo, me entristece encontrar que aún queda mucho camino por recorrer y que en muchos otros ámbitos en estos cinco años que han pasado desde mi primera experiencia con su servicio no se haya avanzado nada.

Así que esta vez y ahora para siempre me he propuesto que NUNCA MÁS. Soy una mujer joven. Tengo dos hijos vivos y una bebita de 20 semanas que nació muerta y a la que todavía lloro. No sé si me animaré de nuevo o no a ser madre, pero tengo muy claro que no volveré a su hospital. Que teniendo otras opciones donde elegir, a la tercera va la vencida.

Y me parece una lástima. Porque experiencias como estas en un momento en el que los profesionales luchan por una sanidad pública de calidad, no hacen mucho a su favor. Porque cuando en este mismo municipio cuentan con un hospital público de gestión privada en el que las embarazadas y puérperas no solo cuentan con una habitación individual sino con un protocolo de atención al parto mucho más cercano a las recomendaciones de la OMS y de la IHAN, no se pueden permitir el lujo de perder la partida de la “calidad asistencial”.

Con todos mis respetos para los grandes profesionales que hay en su hospital y para los que tienen “espacio para la mejora” y con la intención de seguir colaborando en el comité de lactancia para contribuir a la mejora de la experiencia de las madres que pasen por el servicio de ginecología de su hospital, al menos, en mi caso, buscaré una alternativa para mis futuros partos. Otro hospital público donde al menos no me defrauden por tercera vez consecutiva. Se acabaron las segundas oportunidades. No cuando mi salud reproductiva está en juego, no cuando lo que se pone en la balanza es mi autonomía como paciente, no cuando la salud de mis hijos entra en la ecuación.

Atentamente.

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