El pasado mes de mayo pasamos unos días en Salou y Port Aventura. La verdad es que a mis peques les ha encantado repetir (ya estuvimos el año pasado) porque ya se pueden montar en muchas más cosas y vivir la experiencia de una manera diferente. Diana, por fin, se pudo montar en el Coco Piloto y los mayores hicieron cola con ganas para disfrutar de la experincia del Shambala, la nueva montaña rusa del parque.
Yo no estaba para experiencias de adrenalina, la verdad. Debe ser que cuando estoy con mis peques en plan oxitócico, pues no me llama la atención el subidón de adrenalina. No me apetecía y no me monté, pero sí que disfruté de otras atracciones del parque con mis peques.
Una de las anécdotas más divertidas del viaje fue como el último día que estuvimos volvimos al hotel con un donut gigante de esos con los que sueña Hommer Simpson. Ale, el marido de mi amiga Suu, pensaba que la gente que salía de los puestos de tiro al blanco y demás con peluches gigantes eran "ganchos" y que, en realidad, era imposible meter un aro en el cuello de una botella. Así que para allá fuimos a invertir en un cubo de 50 aros para lanzar entre todos. Y quiso la estadística que, de los tres que cogí yo, uno fuera a encestar y nos tocara el premio, desbaratando así la teoría de Ale.
Los peques estaban eufóricos, y todos querían meterse en el agujero del donut gigante, llevarlo a cuestas, usarlo de sombrero...
Y, ¿Por qué os cuento esta anécdota? Pues porque a mi me ha pasado un poco como a Ale. Desde la partida de Pequeña Flor hemos tenido momentos muy tristes, pero todo ha ido pasando poco a poco. Según las aguas volvían a su cauce, no tomamos ninguna medida para no quedar "embarazados" porque tampoco pensábamos que fuera posible y porque en otras ocasiones buscándolo habíamos tardado bastante... Y resulta que, como el donut de Suu, el embarazo llegó para sorprendernos y darnos la vuelta a las estadísticas personales previas.
Sí, estoy embarazada de nuevo. Feliz, sorprendida y contenta. También tengo miedo, no lo voy a negar. Pero trato de que esa conciencia inevitable de todo lo que puede ir mal no me inmovilice, que esté en un segundo plano y que no domine mi vida. Y también estoy triste, porque todo en este embarazo me recuerda a Mi Pequeña Flor que ya se fue. Especialmente unas fotos que he visto recientemente de un bebé de 19 semanas que tan solo vivió unos minutos y fue despedido con todo el amor del mundo... Me recuerda tanto a mi pequeña...
La fecha probable de este parto es el 1 o el 2 de febrero, el mismo día que nació su hermanita, Mi Pequeña Flor. ¿Casualidad cósmica? ¿Bebé espíritu? ¿Quién sabe?
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sábado, 6 de julio de 2013
viernes, 13 de julio de 2012
De vacaciones en Port Aventura
La oportunidad de hacer una pausa en el camino y relajarse con la familia y en familia es un regalo precioso y, si además, lo puedes hacer con amigas, mejor que mejor. El pasado mes de mayo, tras mucha expectacion, nos pusimos en camino hacia Zaragoza como primera etapa en el camino para luego reunirnos en Salou con Suu, su marido, Bichito y Pequeñín, como etapa preparatoria para el gran evento del pre-verano para nuestros hijos: un viaje a Port Aventura.
Al día siguiente nos reunimos con Treintañera con hijos y su familia y otro día después con La Mamá Vaca. Todo un encuentro entre madres, amigas, familias y niños, para estrechar lazos y compartir un encuentro sin hora de vuelta a casa, compartiendo jornadas enteras de risas, abrazos, anécdotas con nuestros hijos, millones de fotos y mucho más.
Y todo ello en un entorno incomparable que nos permitió chafardear y comadrear como nos apetecía, largo y tendido, y relajadamente, y teniendo a nuestros hijos contentos y entretenidos. Y todo ello gracias al entorno que nos ofreció Port Aventura. La zona de Sésamo Aventura fue en la que pasamos horas y horas con nuestros pequeños, montándose en las atracciones continuamente, gracias al hecho de que las colas en las atracciones eran casi inexistentes, y viendo el espectáculo de los personajes de Barrio Sésamo cantando y contando historias a los niños.
La Granja de Elmo, las sillas o la zona de columpios eran apuestas seguras. Lo peor, el hecho de que hubiera una gran cantidad de atracciones innacesibles para los niños más pequeños, lo que, en muchos casos, nos obligaba a separarnos en equipo papá con el mayor y equipo mamá con el pequeño para disfrutar de distintas diversiones. Por otro lado, esto causaba también algo de frustración en los más pequeños, que veían como les quedaban vetadas atracciones de las que disfrutaban mucho los más mayores.
Especial atención dedicaron los peques a la atracción de las canoas, donde pasaron casi una tarde entera dando vueltas y vueltas, en compañía ahora de unos y ahora de otros, pero siempre con risas, alegría chispeante en los ojos y miles de aventuras imaginadas que compartir con nosotros.
No hay que olvidar tampoco el hecho de que disfrutar de unas minivacaciones en Port Aventura también nos permitió divertirnos con ratitos de mayores en atracciones como las montañas rusas, llenas de emociones "para adultos" y de ratitos para nosotras y para nosotros mismos... Y todo ello gracias a esta inolvidable tribu que montamos, lo que nos permitió que nuestros hijos estuvieran siempre atendidos y disfrutando mientras otros nos podíamos ir un ratito sin problemas a disfrutar de las atracciones en las que no nos podían acompañar nuestros hijos.
Finalmente, no puedo evitar recordar de que esos días de encuentro y alegría estuvieron rodeados de una gran tristeza. El hecho de perder a mi bebé en un momento en el que yo no podía negar a mis hijos las soñadas y deseadas vacaciones fue como una trampa en la que quedé atrapada durante dos días. Pero la gran emoción de los encuentros y compañía de esos días y el hecho de ver a mis hijos sonreír y disfrutar ejerció un efecto balsámico sobre mi alma, permitiéndome afrontar con más fuerzas y energías todos los retos que me quedaban por delante.
Al día siguiente nos reunimos con Treintañera con hijos y su familia y otro día después con La Mamá Vaca. Todo un encuentro entre madres, amigas, familias y niños, para estrechar lazos y compartir un encuentro sin hora de vuelta a casa, compartiendo jornadas enteras de risas, abrazos, anécdotas con nuestros hijos, millones de fotos y mucho más.
Y todo ello en un entorno incomparable que nos permitió chafardear y comadrear como nos apetecía, largo y tendido, y relajadamente, y teniendo a nuestros hijos contentos y entretenidos. Y todo ello gracias al entorno que nos ofreció Port Aventura. La zona de Sésamo Aventura fue en la que pasamos horas y horas con nuestros pequeños, montándose en las atracciones continuamente, gracias al hecho de que las colas en las atracciones eran casi inexistentes, y viendo el espectáculo de los personajes de Barrio Sésamo cantando y contando historias a los niños.
La Granja de Elmo, las sillas o la zona de columpios eran apuestas seguras. Lo peor, el hecho de que hubiera una gran cantidad de atracciones innacesibles para los niños más pequeños, lo que, en muchos casos, nos obligaba a separarnos en equipo papá con el mayor y equipo mamá con el pequeño para disfrutar de distintas diversiones. Por otro lado, esto causaba también algo de frustración en los más pequeños, que veían como les quedaban vetadas atracciones de las que disfrutaban mucho los más mayores.
Especial atención dedicaron los peques a la atracción de las canoas, donde pasaron casi una tarde entera dando vueltas y vueltas, en compañía ahora de unos y ahora de otros, pero siempre con risas, alegría chispeante en los ojos y miles de aventuras imaginadas que compartir con nosotros.
No hay que olvidar tampoco el hecho de que disfrutar de unas minivacaciones en Port Aventura también nos permitió divertirnos con ratitos de mayores en atracciones como las montañas rusas, llenas de emociones "para adultos" y de ratitos para nosotras y para nosotros mismos... Y todo ello gracias a esta inolvidable tribu que montamos, lo que nos permitió que nuestros hijos estuvieran siempre atendidos y disfrutando mientras otros nos podíamos ir un ratito sin problemas a disfrutar de las atracciones en las que no nos podían acompañar nuestros hijos.
Finalmente, no puedo evitar recordar de que esos días de encuentro y alegría estuvieron rodeados de una gran tristeza. El hecho de perder a mi bebé en un momento en el que yo no podía negar a mis hijos las soñadas y deseadas vacaciones fue como una trampa en la que quedé atrapada durante dos días. Pero la gran emoción de los encuentros y compañía de esos días y el hecho de ver a mis hijos sonreír y disfrutar ejerció un efecto balsámico sobre mi alma, permitiéndome afrontar con más fuerzas y energías todos los retos que me quedaban por delante.
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